puntadas sin hilo
Doble vara de medir
Gürtel le costó la carrera política a Rajoy, pero el caso Fitonovo ni siquiera ha puesto en peligro la continuidad de Monteseirín
El hecho de que en un proceso judicial se demuestre la financiación irregular de las obras en la sede de un partido político te hace perder la Presidencia del Gobierno, pero no la Delegación en la Zona Franca de Sevilla. La diferencia, obviamente, depende del ... partido político: si es de derechas la desviación del dinero es un escándalo inadmisible, y si es de izquierdas la cosa se queda en un error contable que nadie sabe explicar muy bien.
Así funciona desde hace tiempo la doble vara de medir la corrupción española. Bastaron unas líneas en la sentencia del caso Gürtel -convenientemente aportadas por el magistrado José Ricardo de Prada- en las que se insinuaba la existencia de una caja B en el PP para que todo el arco parlamentario, del PNV a Bildu, se pusiera de acuerdo para echar a Mariano Rajoy de La Moncloa. La doble contabilidad habría servido para pagar con dinero negro las obras en la sede de la calle Génova, unos euros procedentes de 'donaciones' -la sentencia recoge el eufemismo- de empresarios a los que se les adjudicaban contratos desde la administración gobernada por el PP.
En Sevilla ocurrió exactamente lo mismo, pero en la acera ideológica contraria. Lo han confesado ante el juez los propios asesores de Alfredo Sánchez Monteseirín: recibieron dinero de Fitonovo a cambio de los contratos que se adjudicaban a esta empresa, dinero se desvió al PSOE e IU, los partidos que entonces gobernaban el Ayuntamiento de Sevilla. Estas 'donaciones' espontáneas se utilizaron para pagar las obras de reforma de una sede socialista en la capital andaluza.
El caso Gürtel le costó la carrera política a Rajoy, pero el caso Fitonovo ni siquiera ha puesto en peligro la continuidad de Sánchez Monteseirín en su apacible y bien remunerado cargo estatal. Pese a haber protagonizado el expolio del caso ERE, el PSOE sigue considerando la corrupción como un mal endémico de la derecha del que la izquierda está libre porque por su naturaleza es indemne al aprovechamiento ilícito. La izquierda siempre tiene una justificación cuando se le sorprende metiendo la mano en la caja; incluso en el asalto a los fondos de Empleo de la Junta de Andalucía los socialistas han llegado a apuntar, ya con sentencia en firme, que se trataba de una forma de reparto equitativo de la riqueza.
Es la teoría de Robin Hood: el progresismo español no roba, le quita el dinero a los ricos para repartirlo entre los pobres. Lo que ocurre es que los pobres siempre son los mismos, los propios dirigentes o personas arrimadas a las siglas del partido correspondiente. Si por el PSOE e IU fuera, los exaltos cargos y asesores del Ayuntamiento de Sevilla que han admitido haber recibido regalos y dinero para el partido no deberían ser condenados, sino convenientemente entronizados.
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