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TAL VEZ FELICES

Los veranos de los niños

No volvería a ser aquel imberbe, pero aceptaría una de esas vacaciones sin conciencia de sí misma

Luis Ybarra

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Si justo hoy alguien por la calle me pregunta qué quiero, no tengo más respuesta que esta: «Volver al verano de los doce años, caballero». Siguiendo la fórmula del poeta Javier Salgado con respecto a la juventud, yo no volvería a ser niño, «aunque me ... lo pagaran». Sin embargo, no puedo evitar estos anhelos de junio. El curso escolar cesaba, arrancando así un verano que bajo el latido de esos días duraba, más o menos, un año. Quizá más, con esa narrativa lenta con la que transcurre el tiempo en la vida de los más pequeños. Un verano por delante era un abismo. Tres meses con cara de doce. Suficientes, eso seguro, para regresar distintos.

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