TAL VEZ FELICES

El Patica

Desde lo postizo de las ciudades la rutina de este tiktoker de la Andalucía rural resulta exótica

Un voluminoso joven de la Andalucía rural se ha hecho popular en redes sociales, conectando con distintos usuarios enganchados a la cremita audiovisual que nos ofrece. De oficio, El Patica recoge aceitunas. O eso parece, porque cuando más se graba es durante el almuerzo y ... la cena, verdaderos espacios para el recreo. Bebe ‘Friguai’ de limón: «fresquita, siempre operativa, que nunca falte». Deglute aceitunas como si de una posesión se tratase y es capaz de beber, o de comer, no lo sé, alioli a cucharadas generosas. Su dieta es variada, centrándose en la comida casera: potajes y otros platos que culmina con un ‘kiriwiki’ o un ‘Greguki’. En un arrebato de divismo, ha grabado un videoclip, algo que los puristas del Patica no han visto con buenos ojos, ya que pierde parte de su salvajismo natural. Va por 1.3 millones de seguidores en Tiktok y cerca de los 150.000 en Instagram. El Patica, al parecer, cotiza al alza.

La democratización que propician las redes sociales tiene estos resultados. Antaño un talento así llegaba a oídos de Jesús Quintero o difícilmente podía generar cierta notoriedad. Hoy El Patica y Murakami, eterno aspirante al Nobel de Literatura, están a un paso. Me fascina cómo una simpleza tan mayúscula puede tener las alas así de largas. Quizá desde la Casa Blanca, Joe Biden, como ya han hecho Ibai Llanos y otros personajes públicos, termine riéndose de este chaval que pela olivas como pipas y prefiere servirse la mayonesa directamente en la boca. «Qué lustre», dice él. No influye, espero, sino que genera contenido. Genuino y cutre. Con choricillos requemados en ascuas y el sonido del telediario como telón de fondo. Mal iluminado, aunque inocente. Con el perfil abierto como un zoológico virtual al que poder asomarnos veinticuatro horas al día. Altamente lamentable, pero con un encanto que precisamente radica en esa bajeza que atrae a la hora de colarnos en casas ajenas a través de la pantalla para contemplar por dentro la desalma de los otros. Desde el mundo postizo de las ciudades la rutina del Patica tragando pan de verdad y aceite sin filtraciones resulta exótica. Turismo rural contemporáneo.

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