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TAL VEZ FELICES

Cruising

El parque de María Luisa tiene hasta horarios para esta práctica sexual

Luis Ybarra

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La escena empieza a resultar sospechosa. Mi silla mira al mar. La playa, en silencio, recibe únicamente hombres solitarios que caminan en dirección a unas rocas. Por ahí se pierden, vuelven y repiten el ciclo. Andan así con un sigilo impostado y, algunos de ellos, ... con la misma ropa con la que vinieron al mundo. Yo espero que ninguno se acerque a pedirme la hora cuando, de lejos, voy presenciando este raro festival de escasos participantes. Una búsqueda rápida en Google me ofrece respuestas: la cala en la que me encuentro es un punto caliente del cruising portugués. Ya saben en qué consiste esta práctica: caminantes que salen a mirar y, llegado el caso, a ofrecer cariño a otros que también caminan. Joder, pienso en lo que la afluencia aumenta en este aparente paraíso natural llamado praia da Foz y empiezo a sentirme como el cura de Mecano. Sin sotana, pero con bañador, nevera y todas mis cositas puestas. Soy sin duda el que más prendas y artilugios carga entre tanta virginidad.

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