Tratos y contratos
Sanidad, la falsa disyuntiva
El debate sobre los conciertos es simplista, lesivo y se olvida de importante, el paciente
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Iniciar sesiónEstamos asistiendo al debate más absurdo del año. La izquierda y los sindicatos han aprovechado el error en los cribados del cáncer para denunciar una falsa operación de privatización de la sanidad andaluza, señalando un inexistente aumento de la inversión en conciertos con grupos privados. ... En un marco mental tan demagógico y simplista, la Junta del PP ha renunciado a elaborar explicaciones complejas y se limita a recordar una realidad: Andalucía es una de las comunidades que menos convenios realiza con el sector privado (el 4% del presupuesto), mientras que en territorios como Cataluña es más del 22%. Y ahí andan los dos bloques políticos tirándose los porcentajes a la cabeza.
La sanidad catalana gasta 400 euros por ciudadano al año en conciertos, frente a los 70 euros de Andalucía. Pero esos datos, por sí solos, no indican qué modelo es mejor. Es una disyuntiva totalmente errónea. Da exactamente igual cuál sea el grado de cooperación público-privada; lo realmente esencial es quién ha configurado un servicio más eficaz para el paciente y más eficiente para las arcas públicas.
Vayamos ahora a la segunda cuestión trampa. En 2018, cuando el PP llega al poder, la inversión en sanidad era de 9.800 millones de euros; siete años después, esta cifra ha crecido más de un 50% y se ha situado por encima de los 16.000 millones. La plantilla sanitaria ha pasado de 100.000 personas a casi 130.000. Pero además del mayor presupuesto, ¿cuántos planes de eficiencia se han realizado en estos años para asegurar que el SAS gasta esas partidas convenientemente? ¿Los perfiles de esa inmensa plantilla están bien definidos, o faltan médicos y sobra personal administrativo? ¿Qué peso tienen las presiones de los sindicatos en las decisiones que se adoptan en el SAS? ¿Los medios públicos son necesariamente los mejores para todo? Está comprobado que hay servicios más baratos cuando se realizan mediante convenios, y que los tratamientos complejos y altamente especializados se abordan mejor en la sanidad pública. ¿Acaso no es más inteligente ahorrar con convenios con grupos privados en esas áreas para invertir más en las que realmente solo cubre el sector público?
Y ahora llega la verdadera pregunta. En esta pelea a garrotazos, ¿alguien se ha preguntado qué es realmente lo mejor para la sostenibilidad futura de la sanidad pública? Estamos en un ciclo económico alcista y los presupuestos crecen, pero aun así los costes del sistema suben más que la capacidad de nueva inversión. El envejecimiento de la población y el encarecimiento de los tratamientos (cada vez más sofisticados) nos conducen de manera inexorable a una situación de mayor tensión en el sistema. Y en tal coyuntura, una crisis económica que reduzca los ingresos puede romper las costuras del modelo. ¿De verdad el único debate es la demonización de la colaboración entre el sector público y el privado para hundir al adversario? Mal camino lleva esta torpe disputa, que se olvida de lo único esencial: cómo garantizar una atención de calidad y a largo plazo en cualquier parte de España.
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