tratos y contratos
Pragmatismo vasco, aspiración andaluza
Empresarios vascos, entidades financieras y el Gobierno autonómico cooperan para arraigar proyectos
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Iniciar sesiónLAS élites del País Vasco siguen dando lecciones de pragmatismo empresarial. Saben por experiencia que una empresa cuya sede corporativa se ubica en el territorio multiplica su impacto económico, pues concentra a los profesionales más cualificados (y mejor remunerados) y adopta sus decisiones estratégicas buscando ... el mayor beneficio del entorno inmediato (donde tienen su arraigo accionistas y empleados). Bajo este prisma, su actitud en el intento de OPA de BBVA a Sabadell ha sido pasiva (pues consideran que el banco de origen vizcaíno, al fin y al cabo, tiene su centro de decisiones en Madrid), pero han permanecido vigilantes con otras compañías que consideran estratégicas.
La primera de ellas ha sido Talgo, donde la Fundación BBK y el Gobierno Vasco se han aliado con Sidenor para evitar que el fabricante de trenes caiga en manos foráneas (logrando, de paso, el apoyo de Pedro Sánchez a través de la SEPI). La segunda tiene que ver con la empresa sevillana Ayesa. Tras la entrada del fondo de inversión A&M, la firma que preside José Luis Manzanares compró la compañía vasca Ibermática, que emplea a más de 2.000 personas en Zamudio y Miramón. Ahora Ayesa busca nuevos socios y, en este caso, también ha entrado en liza la Fundación BBK —máximo accionista de Kutxabank— con una oferta de 500 millones de euros por la división tecnológica de Ayesa (según Expansión). Al margen del éxito final de ambos movimientos, existe un instinto colectivo que lleva a que la sociedad civil vasca y las administraciones públicas cooperen en el arraigo de proyectos que consideran estratégicos (liderados por profesionales cualificados de la industria y el sector financiero que enfocan cada operación con rigor técnico y económico).
¿Se puede replicar un esquema parecido en Andalucía? En los años del PSOE se fraguaron organismos de intervencionismo público (como la Agencia IDEA) que acabaron naufragando con estrépito. Los gobiernos del PP han sido liberales, facilitando e incentivando al máximo el desarrollo de inversiones pero sin armar mecanismos de entrada en decisiones empresariales. Para generar una situación similar a la del País Vasco se deben alinear tres elementos. Tendría que forjarse, primero, un núcleo de empresarios que sepa identificar oportunidades y diseñar (y gestionar) operaciones rentables; junto a ello, se requiere el acompañamiento de un instrumento financiero que valore el impacto territorial pero vigile también la rentabilidad de este tipo de movimientos; y solo en tercer lugar entraría el decidido apoyo político (aportando garantías financieras adicionales y facilidades burocráticas). Aunque Andalucía es una comunidad grande y heterogénea, aquejada de tendencias localistas, en el entorno empresarial hay más cohesión que nunca, y existen mimbres para que se forme un núcleo capaz de unirse para arraigar proyectos en el sur de España. Pero si el liderazgo no viene de la sociedad civil (y la política se une para cooperar, alentar y buscar fórmulas de apoyo), no merecería la pena. Tal es la lección del pragmatismo vasco.
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