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Tratos y contratos

El estadio que estuvo condenado a muerte

La Cartuja vive una reinvención impensable no hace tanto que tendrá su apogeo final en 2030

Luis Montoto

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Es la historia de una resurrección, de un rápido giro de guión, de una tragedia evitada en el momento inesperado. No hace tanto, el Estadio de la Cartuja –desarrollado por los arquitectos Cruz y Ortiz y la empresa Ayesa– parecía condenado a morir tras incumplir ... sus objetivos. Más allá del Mundial de Atletismo, no había servido para impulsar una candidatura sevillana para los Juegos Olímpicos. Desde su inicio se diseñó para adaptarlo después a la casi exclusiva celebración de partidos de fútbol, eliminando la pista de atletismo y ampliando el graderío, con el sueño de acoger en un solo estadio compartido a los dos equipos de la ciudad… pero aquello tampoco se produjo. Las expectativas frustradas, unidas al progresivo abandono y la dejadez en la gestión, llevaron a que fuera clausurado en 2018 (se alegó entonces como excusa el deterioro de las cubiertas). El estadio era una mole enferma y abandonada, sin diagnóstico ni propuestas de solución. Su gerente en aquel tiempo, un afiliado de la agrupación socialista de Triana con el gran mérito de ser un estrecho amigo de Susana Díaz, no tenía excesiva ilusión por solventar aquel auténtico marrón, y dedicaba preferentemente su tiempo a maniobrar en los líos internos del partido.

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