tratos y contratos
Atasco en la A49 y la AP4, da igual cuando leas esto
Hay infraestructuras en este país a las que se les han roto las costuras, pero es imposible solucionarlo cuando ni siquiera se reconoce el problema
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Iniciar sesiónAL mapa de las infraestructuras se le están rompiendo las costuras… y la situación solo puede ir a peor. Las áreas metropolitanas de Sevilla y Málaga sufren un evidente colapso diario, y las autovías que conducen a Huelva (a-49) y Cádiz (AP-4), así ... como la que atraviesa la Costa del Sol, padecen estos meses una situación límite. Tras el estallido de la crisis en 2008 —con la losa de una deuda pública desbocada— se abandonó la política de vivienda y la de obra pública, pensando además que tras el atracón de los años de la burbuja ya teníamos ladrillo y hormigón para toda la eternidad. Casi dos décadas después, estamos pagando las consecuencias de tanta falta de previsión.
En el caso de la vivienda, aunque tarde, las administraciones al menos se han puesto manos a la obra (y, como mínimo, todos reconocen que existe un problema). No ocurre así con la obra pública, donde las cifras indican que el deterioro se agravará año tras año sin que se asuma de manera unánime la existencia de un déficit flagrante. Para constatar este abandono, basta con repasar los datos: entre 2006 y 2009, en Andalucía se realizaba una inversión anual media de 4.300 millones de euros en obra pública. ¿Cuáles son ahora las cifras? Tras diez años de crecimiento económico, y con el impulso adicional que ha supuesto el dinero europeo para la recuperación de la pandemia, en 2024 el presupuesto ronda los 3.300 millones (según la patronal regional Ceacop). Conclusión: ¡todavía estamos mil millones de euros por debajo de hace dos décadas! Y si añadimos a la ecuación el efecto de la inflación, la fotografía es aún más cruda: hoy se invierte apenas la mitad que entonces.
Con ese dinero no se llega. Un repaso al estudio de infraestructuras estratégicas de la asociación Seopan demuestra que el importe es claramente insuficiente para acometer grandes iniciativas. El desarrollo del tren litoral de la Costa del Sol, por ejemplo, requeriría por sí solo un desembolso de 6.000 millones; una línea de metro en Sevilla supera los 3.000 millones; completar la SE-40 necesita más de 1.000 millones… y todo ello sin incluir el coste de operación y mantenimiento. Es todo tan caro como necesario.
La solución está muy lejos, porque ni siquiera existe un reconocimiento público de que se padece una infrafinanciación que actúa como cuello de botella para el crecimiento. Por ello, tampoco hay un debate real sobre cómo salir del atolladero: mejorar las fórmulas de cooperación público-privada para impulsar futuros proyectos, o establecer sistemas de pago por uso para aquellas iniciativas imprescindibles. Se vive de dar patadas hacia adelante, de prometer estudios de viabilidad futura de cada proyecto para simular que se está trabajando en ello. Entre tanto, el país sigue atascado (y lo que le queda).
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