tribuna abierta
El problema sois vosotros
Hay quien piensa que las tres recientes visitas de Sánchez a la dictadura china tienen otros fines y otras motivaciones más personales

Tu problema no soy yo, Pedro, tu problema eres tú», le espetó Susana Díaz a Pedro Sánchez en las primarias socialistas del año 2018. «Zapatero ya no se fía de ti; Felipe González también piensa que lo has engañado», continuó la candidata andaluza. «La gente ... que ha trabajado contigo no se fía de ti», concluyó su admonición de manera rotunda. Rubalcaba, Javier Fernández, Tomás Gómez y otros muchos compañeros de partido advirtieron sobre la catadura moral del personaje.
Acaban de cumplirse cinco trimestres de la vigente legislatura y España no tiene presupuestos, se gobierna con unas cuentas de la anterior legislatura, y en siete años de mandato solo se han aprobado tres presupuestos, un incumplimiento constitucional flagrante inaceptable en cualquier democracia que se precie. Pero Sánchez no está para cumplir obligaciones sino para disfrutar del poder engañando a todo el mundo.
Los objetivos de un país, el rumbo a seguir en materia económica y social lo fijan los presupuestos en todos los sistemas democráticos. El capricho de un gobernante que no se atiene a partidas presupuestarias debatidas y aprobadas por los representantes legítimos de la soberanía nacional, es definitorio de las autocracias y de los regímenes dictatoriales. En España se está consintiendo que gobierne un déspota que trapichea con partidas presupuestarias de unas cuentas de hace tres años. No hay mayor temeridad que iniciar un camino sin saber a donde te lleva, porque un país sin rumbo es un país a la deriva, hipotecado por los enemigos del Estado.
En el contexto actual, con la incertidumbre derivada de una posible guerra comercial a raíz de la estrambótica puesta en escena por parte de Trump sobre su política arancelaria, nada hay menos adecuado que una visita a China, principal enemigo de los EEUU. La cautela diplomática debe saber desenvolverse sin despertar desconfianza, algo que Sánchez, apadrinado por el lobista Rodríguez Zapatero, ha ignorado con su reiterado compadreo con un país donde es enormemente difícil entrar en su mercado, y donde, salvo vender carne de cerdo y otras pequeñas concesiones, las férreas barreras del régimen comunista hacen difícil para nuestras empresas desarrollar cualquier proyecto inversor. Y a la inversa, las posibles concesiones pueden herir de muerte a empresas punteras españolas.
La base de la expansión china, según todos los expertos, ha sido su férreo control social, en un entorno no democrático, donde no hay base regulatoria, lo que permite a las empresas ahorrarse costes laborales de seguridad, sin verdaderos sindicatos y sin controles medioambientales. Ello ha generado un desequilibrio comercial en todo el mundo, agravado con la acaparacion de divisas por parte del gobierno chino, por lo que es perentorio enfrentarse a la inestabilidad actual y al importante déficit comercial. Otra cosa es la rocambolesca forma de hacerlo por parte de Trump, generalizando un problema con todos cuando sus adversarios son muy concretos y debidamente localizados.
Hay quien piensa que las tres recientes visitas de Sánchez a la dictadura china tienen otros fines y otras motivaciones más personales, sobre todo teniendo en cuenta que el agente de las mismas ha sido Zapatero, un personaje que, aparte de dejar a España en la ruina, es un buen intermediario político, y seguramente también un buen agente comercial, con todos los enemigos de las democracias occidentales: desde el régimen bolivariano de Venezuela a sus opacos intereses chinos, siempre estuvo en el juego sucio del blanqueamiento de ETA, del desafío independentista catalán y del pucherazo electoral de Maduro.
Posiblemente Sánchez, al que ya van conociendo nuestros socios naturales, europeos y americanos, esté labrándose su futuro, fuera de la política, siguiendo la línea lobista de su doble Rodríguez Zapatero, el amigo de Delcy Rodríguez, la de las pesadas maletas de Barajas, y el interlocutor del prófugo Puigdemont. La toma de las distintas federaciones socialistas por sus leales ministros apunta a un último objetivo: controlar el partido por si lo desalojan del poder y hacerse fuerte ante la rendición de cuentas que le plantearán, sin duda, los sectores moderados del socialismo democrático español.
Si, desde su fortaleza partidaria, fracasara en su último empeño, hay que garantizarse un futuro en la senda de Zapatero. Por ello, el último desafío lo tienen sus propios conmilitones. España, cuando caiga Sánchez, debe abordar una profunda reforma de todo aquello que el sanchismo ha puesto en riesgo para la soberanía y la unidad nacional. Y esa puesta al día requiere la atención conjunta de los dos grandes partidos nacionales. Si los socialistas españoles no son conscientes de ello, como si lo están siendo sus homónimos europeos, habría que generalizar la admonición de Susana Díaz a Pedro Sánchez: Si quienes reiteradamente han sido engañados toleraran seguir siéndolo, habría que concluir sin ambages que el problema para España sois vosotros, los socialistas que permiten construir muros en vez de puentes de entendimiento.
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