TRIBUNA ABIERTA
Una demanda social
Lo único cierto del sanchismo es la obsesión basada en hacer imposible la alternancia democrática

«Llevo seis años callado y tengo ganas de hablar y contrarrestar las tonterías que hay que escuchar», dijo el nuevo ministro Óscar López en su toma de posesión, el momento más inoportuno para mostrar el hacha de guerra en un país harto de la ... mediocridad agresiva de unos políticos que viven de espaldas a las auténticas preocupaciones de los ciudadanos. Casualidad o no, el otro Óscar (Puente) lleva despachándose a gusto convirtiéndose en el insultador oficial que se siente ofendido porque algunos lo han puesto frente al espejo.
No es una sorpresa sino un escándalo el último alegato del inquilino monclovita aseverando que avanzará en su agenda política «con o sin el concurso del poder Legislativo», una propuesta programática que deja al descubierto la verdadera vocación de autócrata de quien ha hecho lo imposible para desarmar al otro poder que completa la vigencia de un sistema democrático, el Judicial. Ignorar que el poder Legislativo «representa al pueblo español» (artículo 66 CE) y que «el Gobierno responde de su gestión política ante el Congreso de Diputados» (artículo 108 CE) es no ocultar la vocación totalitaria de quien así se conduce.
Lo único cierto del sanchismo es la obsesión basada en hacer imposible la alternancia democrática. No se trata de mejorar la convivencia de todos sino de buscar a los mayores enemigos de ella. De ahí los muros, los vetos, los portazos a legítimos representantes autonómicos a quienes ni se les escucha ni se les recibe y, por contra, se rinde tributo a los rebeldes que hipotecan el futuro de todos. Mientras se ningunea a andaluces, gallegos, valencianos y demás ciudadanos de otras regiones, se rinde pleitesía con una cohorte de ministros, previa visita del presidente, a quienes quieren ser tratados de igual a igual con el Estado para vergüenza de la dignidad nacional y el silencio vergonzoso de sus súbditos.
El último ejemplo de las tragaderas de una militancia que ha perdido el norte ha sido la reunión reciente del Comité Federal del PSOE, convocado para valorar el pacto sobre la financiación ventajista y rupturista de Cataluña. Una vez más ha quedado patente el silencio de los corderos, esa patulea de pusilánimes que asume sin rechistar un pacto que está en las antípodas de la doctrina secular del socialismo. Ni siquiera se dio a conocer el texto del pacto firmado con ERC. «¿El papel, donde está el papel?», reclamaban unos pocos críticos. Pero todo se acabó, como siempre, con un fuerte aplauso ante un resumen sintético del líder, algo así como «no puedo ni sé explicarlo, pero confiad en mí porque soy la brújula del progresismo frente a la derecha troglodita que nos quiere destruir». Amén, dijeron sus acólitos, incluidos los andaluces que aceptan servilmente que Andalucía siga infrafinanciada por un sistema que acordó en 2009 Zapatero con el tripartito catalán, y que hoy ya no les gusta porque, como dijo Azaña, «solo quieren dinero y más dinero».
Por mucho que los trileros aseguraran que «la solidaridad no se ha puesto ni se pondrá en duda en el acuerdo de financiación», nadie fue capaz de explicar la concordancia de tal aserto con el contenido del pacto que literalmente habla de «la plena soberanía fiscal, la relación bilateral con el Estado y la recaudación, gestión y liquidación de todos los impuestos por parte de la Generalitat». Hay que ser necio para no entender que si le das autonomía soberana a los ricos para regular los impuestos ya sabes que, como mucho, te llegará una limosna… si te portas bien. Y eso, en román paladino, es lo que dice, aunque de manera oblicua, el pacto de la indignidad.
El futuro al que nos llevan las exigencias de Sánchez para estar unos meses más en la Moncloa es la antítesis de lo que España necesita. Porque los españoles dimos un ejemplo al mundo entero, enterrando viejas querellas y abriendo las vías del entendimiento entre distintos con el abrazo de la Transición. Quienes leen la historia de manera sesgada y oportunista debieran valorar lo que supuso que en la Mesa de las Cortes Constituyentes de 1977 convivieran los comunistas Dolores Ibarruri 'la Pasionaria' y Rafael Alberti con el procurador de las Cortes franquistas Esperabe de Arteaga. Aquel abrazo no pueden tirarlo por la borda una serie de advenedizos, ambiciosos e ignorantes que desconocen lo que es construir porque destruir, en cualquier faceta de la vida, es mucho más fácil que trabajar en positivo.
'En mi corta andadura política tuve la oportunidad de coincidir con Julio Anguita en algunas cuestiones de interés. Siempre decíamos que, si poníamos por encima de todo a las ideologías no llegaríamos a ningún acuerdo; pero si abordáramos sincera y objetivamente la cuestión debatida, seguro que encontraríamos formulas adecuadas para resolver el problema de que se tratara.
Necesitamos, para legar un mundo mejor a los que nos sucedan, acabar con el enfrentamiento, esa polarización que es la única baza perseguida por Sánchez, con sus continuos alegatos al enfrentamiento con la derecha, siendo así que lo que España necesita es un gran esfuerzo desde la centralidad para superar las dificultades de ahora y las más perentorias que vendrán. Por ello es imprescindible construir puentes de entendimiento que posibiliten la convivencia, el respeto, la estabilidad y el progreso, para lo que son necesarios otros planteamientos alejados de la política tóxica que padecemos y del frentismo social al que pretende llevarnos Pedro Sánchez. Se trata de entender que lo que la sociedad demanda es menos frentes excluyentes y más eficacia gestora.
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