Sol y Sombra
El (innoble) arte de incendiar las urnas
La izquierda andaluza se manifestó el 2018 contra el resultado electoral. Ahora, Sánchez ha redoblado la apuesta
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Iniciar sesiónEl 2 de diciembre de 2018, cuando aún no había terminado el recuento de los votos que elegían a los diputados de la XI legislatura del parlamento autonómico andaluz, Pablo Iglesias proclamó una «alerta antifascista» que, al día siguiente, cristalizó en disturbios en varias capitales ... de provincia. La izquierda se echó a la calle porque no le gustaban los resultados de las elecciones y, mediado enero del 19, sitiaba el viejo Hospital de las Cinco Llagas para sabotear la investidura de Moreno Bonilla como primer presidente no socialista de la Junta de Andalucía. Si Stan/Loreta, la transgénero antiimperialista de «La vida de Brian», reivindicaba el derecho a parir de los seres humanos sin matriz como símbolo de su lucha contra la biología opresora, esa gente se alzaba entonces frente a la tozudez de la aritmética.
Las mayorías absolutas, actual y por venir, de 'Call me' Juanma han apagado el eco de aquellas algaradas porque el bipartito de PP y Ciudadanos no trajo el infierno reaccionario que se pregonaba, sino que fue el primer acuífero del tsunami que arrasó con el régimen cleptómano del PSOE andaluz, primero expulsado del ejecutivo regional y luego sepultado en sucesivas elecciones. Tres decenios largos de redes clientelares e impunidad no se derrumban sin estruendo ni cierta resistencia, en forma de rechazo de la alternancia, de los bolsillos damnificados. Las condenas a prisión que esta misma semana se han dictado contra los perpetradores del latrocinio de aquellos años, de aquellos ERE, demuestran cuánto necesitaba la izquierda trincona blindarse del escrutinio de la Justicia mediante su perpetuación en el poder.
Esa apuesta de ciudades en llamas frente a las urnas acaba de ser redoblada a escala nacional porque los desmanes y los consiguientes riesgos penales del sanchismo son aún mayores. Igual que en los setenta del siglo pasado, la llamada causa palestina es el banderín de enganche para la movilización callejera que ayer financiaba el Komintern romantizando al terrorista Ilich «Carlos» Ramírez Sánchez y que hoy alientan los bots de Putin para que cierta opinión pública, en culposo atolondramiento, equipare a Hamas con la democracia israelí. Medio siglo después, idéntico esquema: Moscú paga y la progresía europea, tonta útil, piruetea obediente. «Menéale la colita a Arafat, ¡allez hop!» «Una dentellada a las centrales nucleares, ¡beiss!»
Irene Montero reventó la etapa final de La Vuelta escoltada por matones de Bukaneros, el grupo ultra que hace unos años saboteó el fichaje del delantero ucraniano Roman Zozulia por el Rayo Vallecano. No hay que ser Sherlock Holmes… Se descontaba, así, la adhesión de la izquierda radical (pronto se sumarán sus mellizos cojonudos de Vox) a esta pulsión desestabilizadora, a imagen de lo que Melenchon y Le Pen perpetran en Francia, pero contemplar al presidente del Gobierno y a un partido dinástico como el PSOE emboscados bajo los pasamontañas dispara el tensiómetro hasta la frontera de lo insoportable. Un estado de Derecho no puede permitirse que el jefe de los alborotadores mande a la policía.
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