SOL Y SOMBRA
La imitadora
El espectador desavisado creyó que la entrevistada en el descanso de Breslavia era una actriz que caricaturizaba a María Jesús Montero
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Iniciar sesiónEl capitalismo bolivariano hacia el que transita España mediante el asalto de la SEPI al accionariado de empresas estratégicas, con dinero del contribuyente pero al servicio de los intereses particulares del Gobierno, tuvo un descollante episodio con la ocupación de Telefónica en la primavera pasada. ... Si su presidente y mandamás Movistar no fuese Marc Murtra, un alfil del PSC, habríamos asistido este fin de semana con toda probabilidad al festejo del primer título europeo del Real Betis. Pero, desoyendo las elocuentes señales que los hados llevan emitiendo desde hace meses, la televisora a la orden del amo monclovita programó en el descanso del partido un mitin de María Jesús Montero, manzanoide irresistible que gafó a los muchachos de Pellegrini y se cargó la jangá.
De no haberse tratado de una cadena amiga, casi esclava, el espectador desavisado habría creído que la entrevistada era una imitadora en cuya actuación habría abundante material denunciable. «A éstos les cae una querella criminal mañana mismo», comentó el amigo con quien veía el partido al volver al salón tras el preceptivo desagüe, «no deberían rotular con el nombre de una ministra el show de una señora que parece la bruja Lola después de haber cenado una tortilla de tripis. Ese maquillaje de payaso triste, esas morisquetas incontroladas son…». El pobre quedó desolado cuando se convenció de que la interviniente era, pues sí, la mismísima María Jesús Montero. «Nooooo, que es gafe».
En efecto, con una excitación impropia de sus cargos y la retórica desnortada de quien ignora por completo el fútbol y su argot, la lideresa de la oposición regional anunció la victoria del Betis con idéntico entusiasmo (e igual desatino) con el que vaticinó el triunfo de Melody en Eurovisión. Más le hubiera valido entregarse con denuedo al canapé. En el momento exacto de su perorata, la musculatura de Ricardo Rodríguez enarbolaba bandera blanca y a los cinco minutos del segundo tiempo, el tobillo de Abde terminaba de desbaratar el costado zurdo del equipo de Isco y, esa noche, de Montero. La derrota rotunda que le cayó al Betis por el derrumbe de la izquierda –ejecutada por el flanco derecho del ejército azul, no les digo más– fue la confirmación de que esta mujer trae mal fario y el anticipo de lo que se viene en política.
Ya quedó advertida hace una semana en este mismo espacio la conveniencia de que Marisú se ausentase de la final de la Conference, aunque uno conoce desde hace años su escasa capacidad de influencia, nula en instituciones como el Real Betis y el PSOE-A, tan unidas últimamente por los negocios urbanísticos en Dos Hermanas o por los delicados mimos que ha recibido el club desde la RFEF pastoreada por los socialistas andaluces Rubiales y Medina Cantalejo. Sin embargo, los béticos de a pie que la abuchearon cuando abordó el chárter «Trece Barras» que la llevó a Breslavia ya sospechaban que algún influjo maléfico traía su presencia y que su apoyo sería contraproducente. O quizá fue porque, educadísima, los hizo esperar durante tres cuartos de hora con todo el pasaje embarcado.
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