Sol y sombra
En la misma habitación
He aquí el nivel del debate sobre la crisis de la sanidad andaluza: el propagandista en jefe contra la campeona del rencor social
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Iniciar sesiónResulta evidente que el presidente de la Junta de Andalucía es un hombre de su tiempo, aunque aún no estemos en condiciones de discernir si esta afirmación es un elogio o una crítica. En la cumbre de su personalísima escala de la turbiedad, José María ... García subía dos corcheas el tiple natural de su voz y clamaba: «El pavoroso affaire…». Ni problema ni lío ni caso ni escándalo: cuando alguien con poder protagonizaba un «affaire» y el maestro le colocaba delante el adjetivo «pavoroso», el tipo podía ir tentándose la ropa. Tal le ocurre con los cribados del cáncer de mama a Moreno Bonilla, quien trata de sepultar la indignación con un alud de cháchara, en consonancia con esta desgraciada era del relato. Lo dicho: es un hombre de su tiempo.
Le Petit Napoleón pretende, y logrará, superar esta enésima crisis del sistema sanitario autonómico encomendándole el negociado a Antonio Sanz, su 'spin doctor' mayor en tanto que capataz de Canal Sur y cómitre de los encuestadores del Centra, los dos artefactos propagandísticos dependientes de la Consejería de Presidencia para poner el contrapunto regional a RTVE y a Tezanos. Su ignorancia del asunto es minuciosa, diríase que enciclopédica, pero posee la cualidad más valiosa cuando lo que se busca no es solucionar un problema, sino salir indemne del debate a navajazos que plantea la oposición: un pellejo curtido en millares de riñas políticas desde que, todavía adolescente, acudió a un congreso de Alianza Popular en Madrid para aupar a Antonio Hernández Mancha (busquen las imágenes en uno de los documentales de Victoria Prego: merece la pena). La atención a los pacientes y el calafateo de una estructura que hace aguas por todas partes, ya si eso, para después de las elecciones.
La garantía del éxito de Sanz es la indigencia intelectual de la adversaria, esa María Jesús Montero que lo precedió en la consejería durante casi un decenio (2004-13) y cuya receta hoy exuda rencor social: «Que se acuesten en la misma habitación el hijo del trabajador y el hijo del empresario», voceó en un mitin reciente. Hombre, hombre, señora ministra… lo suyo sería que las camas no se apiñasen de tres en tres en cubículos ínfimos para que los enfermos, con independencia de su renta, disfrutasen de un cuarto exclusivo a salvo de la melodía del ronquido del vecino y del aroma de la ventosidad ajena. ¿Acaso usted ha convalecido alguna vez, o está dispuesta a hacerlo, en tan poco íntimas condiciones? Tanto tiempo en el cargo debería haberle enseñado que los recursos son limitados: por eso se marchan a las clínicas privadas los pacientes que pueden pagarse las comodidades y, sobre todo, los profesionales que pueden trabajar en mejores condiciones. En lugar de generalizar la precariedad, que es el colmo de la demagogia, lo progresista sería articular un sistema mixto que descargase a los hospitales públicos, donde además urge flexibilizar la gestión para limitar la nociva influencia de los sindicatos y aliviar el insoportable lastre de la burocracia.
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