Sol y sombra
Enmienda a la totalidad
El secretario general del PSOE ha amparado a dos secretarios de organización que eran corruptos antes de llegar al cargo
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Iniciar sesiónEl catedrático emérito de Economía Aplicada y Política Económica de la facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad de Sevilla se resiste, con ochenta años cumplidos, a llevar vida de jubilado. Todas las mañanas, antes de que den las 9, pasea sus hechuras ... machadianas –torpe aliño indumentario, hombre bueno en todo el sentido de la palabra– calle Guzmán el Bueno abajo, camino de sus quehaceres cotidianos, los propios de un intelecto a pleno rendimiento. La mini-tertulia, que apenas pasa de ser un saludo sin prisa, versa indefectiblemente sobre política (el PSOE) o fútbol (el Barça), ante los venerables muros renacentistas de la Casa de los Pinelo, sede de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras.
Habla el profesor don José Vallés Ferrer, Pepe para los pocos vecinos que vamos quedando en el barrio de Santa Cruz, delegado municipal de Economía y Hacienda durante los dos mandatos del alcalde Manuel del Valle (1983-91): «Esto es una enmienda a la totalidad. Llevo financiando con mis cuotas al Partido Socialistas Obrero Español desde la clandestinidad. Es mi casa, pero nunca fui un ingenuo porque sé que en las organizaciones complejas siempre hay quien se desvía del comportamiento adecuado. Eso es inevitable. Lo que no estoy dispuesto es a transigir con un secretario general que ha amparado a dos secretarios de organización que eran corruptos desde antes mismo de llegar al cargo. Esos 492 folios son demoledores y tienen el copyright de la Guardia Civil, no de tal o cual periódico que busca perjudicar al partido».
El padre de mi amigo Alberto fue siempre un hombre dialogante y flemático, rayano en la hipotensión, aunque de calvinista intransigencia cuando se trataba de administrar los recursos públicos. La única vez que lo vi enfadado fue cuando, formando parte del gobierno municipal, se enteró de que un artista, mientras afinaba la guitara, distrajo al público con una inocente broma sobre Manuel Fraga durante un concierto de 'Cita en Sevilla', un ciclo auspiciado por el Ayuntamiento. «Se ha contratado a ese señor para que cante, no para que explique chistes políticos; y menos, contra el jefe de la oposición». Así eran las cosas no hace tanto.
Si Pepe Vallés se animase algún día a expresar su opinión en las redes sociales, Dios no lo permita, una caterva descerebrada se le echaría encima al grito de «¡facha!» porque el factor más descorazonador de la política hodierna no es la mediocridad sideral de sus actores, que eso quedó descontado, sino esa exigencia de adhesión fanática al líder que eyecta de los círculos de poder –institucionales u orgánicos– a todo aquél que cometa el desafuero de pensar por sí mismo. Lo ha comprobado recientemente Eduardo Madina, sobre cuyo mutilado cuerpo de víctima de ETA aún escupe el sanchismo once años después de haberle robado las primarias («mete dos papeletas sin que te vean»), que sigue siendo el secretario general ideal para los socialistas en «la cabeza y el corazón» de Felipe González, otro señor de derechas de toda la vida.
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