SOL Y SOMBRA
Cuchipanda en el cielo
Gómez y Méndez enseñaba periodismo de calle, lejos del academicismo esnob que imperaba en la universidad de la época
Una estrellita se apaga en el firmamento cada vez que un joven plumilla abre un táper con una porquería de quinoa por triste almuerzo. Acaba de morir José Manuel Gómez y Méndez, decano de la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad de ... Sevilla a mediados de los noventa y defensor en las aulas de aquellas redacciones beodas y concupiscentes en las que jamás faltaba una petaca al fondo del cajón ni se dejaba escapar un restregón, romántica la luz roja y embriagador el perfume de la hidroquinona, en el cuarto de revelado. «Cásense entre ustedes porque no hay pareja que aguante vivir al lado de un periodista», era el primer consejo que disparaba a quemarropa a sus alumnos (y alumnas). Un crack.
Los menos perspicaces, quizá, se tomaban a chacota a este veterano reportero –de los pocos que contaba con experiencia real en un oficio callejero que casa mal con el academicismo esnob de los muchos chisgarabises que conformaban (¿conforman?) el claustro– con hechuras de paso de palio que se bamboleaba por los pasillos igualito que un Fraga recién salido del mar en Palomares. Sin embargo, a través de sus afirmaciones cachazudas y un puntito desvergonzadas se podían destilar lecciones que más nos hubiera convenido grabar en un lapidario. «Lo importante en una página de periódico son los anuncios, que son los que pagan las nóminas. Nuestro trabajo consiste en manchar con lo que sea el espacio que queda alrededor».
Gómez y Méndez, con su amplia colección de fulares y la deportiva aceptación de cuantas historias dantescas –la inmensa mayoría, por no decir todas, apócrifas– se contaban sobre él y su batín de seda china con dragones estampados, legó a sus discípulos la mejor enseñanza posible si querían sobrevivir en una profesión de egos desmesurados: «No se tomen demasiado en serio a sí mismos», repetía consciente de que ningún adagio más verdadero que aquél que advierte al periodista de que sus exclusivas (no digamos las pamplinas que escribimos en estos artículos) de hoy apenas servirán para envolver el pescado mañana.
«Los americanos han inventado una cosa que se llama Internet. No creo que tenga mucho futuro», soltó un día en clase con la naturalidad de quien se sabe un emigrante del siglo XX en tránsito hacia el XXI, 'terra incognita' que nunca fue la suya y por eso no sintió la necesidad de entenderla. Su última obra fue un poemario traducido al árabe y al chino, de hecho, lo que demuestra cuán lejos estaba ya del periodismo, en crisis permanente desde que Satanás digitalizó nuestras vidas. Poca broma con su capacidad intelectual, sin embargo, pues deja más de una veintena de tesis doctorales dirigidas y plaza de correspondiente en la Academia Norteamericana de la Lengua Española. «Hay que cerrar rápido la edición para irse a tomar cerveza», adoctrinaba con tino la única persona nacida después de 1900 que ha pronunciado la palabra cuchipanda: «Comida que toman juntas y regocijadamente varias personas», según la RAE. Qué bonito. Descansa en paz, maestro.
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