ad utrumque
La sentencia y la esperanza
En la vida pasan cosas que se escapan a nuestro control pero nos afectan
A Morales Padrón se le cayó de golpe encima el teatro Álvarez Quintero cuando, al comienzo de su pregón de Semana Santa, hizo una referencia a su madre llena de sentimiento que halló como respuesta el silencio más absoluto del cofradiero y enchaquetado auditorio. Un ... silencio hondo y seco que interpretó como una amalgama de reprobación e indiferencia, cuando lo que él esperaba que aquellas palabras produjeran en el respetable era un rotundo estallido emocional, con salva cerrada de aplausos y lágrimas resbalando calladamente por las mejillas. Fue un chasco en toda regla. Aquel traspié lo dejó herido y ya no levantaría cabeza durante el resto del pregón, que fue casi todo lo demás. El propio Morales Padrón lo cuenta con minuciosos detalles en un libro dolorosamente delicioso que tuvo algo de psicoanálisis y tituló 'Apócrifo Sevillano'. En él, además de desahogarse, el profesor ajusta alguna que otra cuenta y revela jugosas confidencias. Ya digo, delicioso. Lo de su pregón, digamos, fue un accidente. Nada que emborronara la reputación que había adquirido como el hombre que más y mejor conoció Sevilla y más y mejor supo contarla. Son, como dijo Donald Trump en relación con un hecho bastante más truculento -quizá habría que decir Trumpculento- 'cosas que pasan'. En la vida, ciertamente, pasan cosas que se escapan a nuestro control pero nos afectan, marcan y, a veces, señalan el camino que ha de seguir nuestro destino. El futbolista golpea el balón en dirección a la portería con la intención de marcar el gol salvador. Sin embargo, durante el trayecto intervienen fuerzas invisibles con las que nadie cuenta -la física en este caso- para tomar las riendas y, por tanto, la última decisión: fruto del golpe recibido, mientras vuela en dirección a la portería, el balón gira a una velocidad x que genera en su movimiento la descripción de una parábola cuyo ángulo cuenta con los grados necesarios para que el proyectil se desvíe de su objetivo. A consecuencia de ello, a pesar de la intención del pelotero, el balón se va fuera, el gol decisivo no entra y el equipo baja a Segunda División. Cosas que pasan.
A José Antonio Cabrero la vida no lo había tratado del todo mal. Cántabro de nación, se hizo sevillano de pañuelo en la chaqueta y hasta de canturrear flamenco cuando se terciaba. Dicharachero y expansivo, se ganó simpatías y afectos. Tan pío como heterodoxo, se apuntó en la Macarena y acabó de hermano mayor. Su ejecutoria fue en general por buen camino. Tomó, valiente, decisiones arriesgadas. Unas le salieron bien, pero la última no. Cosas que pasan. Mañana volveremos a ver a la Macarena de siempre. Y yo hoy me acuerdo de José Antonio Cabrero, que tan mal lo ha pasado por culpa de esas cosas de la vida. Y al acordarme de él, me acuerdo de las únicas palabras del pregón de Morales que fueron aplaudidas. Unos versos de Caro Romero que dijo al final: 'Y detrás de la Sentencia, viene siempre la Esperanza; la Esperanza -apostilló Morales- Macarena'.
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