No Ni Ná
¿Qué ha pasado en Peñaflor?
Nos lo advierten los expertos y no queremos ver el monstruo que estamos criando en nuestra idílica sociedad de derechos sin deberes
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Iniciar sesiónHubo un tiempo en este país en el que muchas cosas no pasaban. Pasaban, pero no convenía que se supieran. Aquel ojo morado de la vecina del tercero era consecuencia de una caída en el baño, algo parecido a la rotura de su brazo meses ... antes. No salía en las estadísticas oficiales de sucesos. Si acaso, era apuntado 'por lo bajini' en el noticiero de la escalera. Eran 'problemas domésticos'. Callar se entendía 'lo conveniente'. Por eso a tantos les costó reconocer al machismo como problema. Para entonces, la vecina del tercero ya había muerto. Ahora habría podido denunciar los hechos, aunque tendría una alta probabilidad de que su final fuera el mismo. Pero eso es tema para otra columna.
La semana pasada informamos de una historia escalofriante. De las que no caben en la cabeza. Una niña de doce años, discapacitada, relató a unos familiares cómo «había hecho el amor» con ocho chicos de su edad porque después de dar una bofetada al primero, el segundo le cogió los brazos por detrás y le abrieron las piernas... Los abuelos, que tienen la custodia de la menor, asistieron horrorizados al relato y entendieron por qué la pequeña desde hacia días tenía extraños comportamientos de rechazo al volver del colegio. Lo denunciaron. No fueron los únicos. Madres de niños del centro confirmaron las sospechas horrorizadas con las historias que les contaron sus hijos de cómo se supone se organizó aquel 'juego' del preservativo.
Todas las instancias oficiales pidieron calma y discreción. Es lógico, hablamos de menores. Nada sabemos desde entonces, más allá de cómo la fiscalía no seguirá adelante con el caso al tratarse de menores inimputables y remite a la Junta para que actúe en consecuencia. ¿Seguiremos sin saber qué ocurrió?
Este caso no puede pasar de largo de forma vergonzante. No solo por la víctima, en primer lugar, cuyos familiares, de confirmarse la agresión, deberían recurrir a la vía civil para indagar en las responsabilidades subsidiarias de padres y colegio, sino también porque, de ocultarse a la sociedad, seguiremos ajenos al problema que lo ha provocado. Nos lo vienen advirtiendo los expertos y no queremos ver el monstruo que estamos criando en nuestra idílica sociedad. Esa que confunde libertad con hacer lo que a cada cual le da la gana, que olvida la moral y los valores, que ensalza los derechos sin advertir de los deberes. Una sociedad tan libre que va restando capacidad de intervención a los padres (véase las leyes trans y del aborto). Si nos creemos las estadísticas de que los niños consumen porno antes de hacer la comunión no debería de sorprendernos lo de Peñaflor.
Ocultarlo nos lleva a la paradoja de que en tiempos de tanta supuesta libertad se ocultan los sucesos incómodos como cuando no gozábamos de esa libertad.
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