No ni ná
Aníbal
A casi un siglo de su muerte, hay que reclamar el tributo que merece
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Iniciar sesiónEL viernes se cumplieron 95 años de la muerte del arquitecto Aníbal González. El hombre a cuya genialidad Sevilla debe mucho más que la impresionante Plaza de España, el monumento más visitado de la ciudad tras la Catedral. Él creó el legado de la Exposición ... de 1929, impulsó el regionalismo arquitectónico andaluz y sacó a la urbe provinciana de finales de XIX de sus estrecheces.
Aníbal, hijo predilecto de Sevilla, sintió los amores y desafectos de su tierra. Entre las paradojas de su vida está el atentado fallido -¿premeditadamente fallido?- que sufrió en época de revueltas sindicalistas y lucha de clases. Fueron dos tiros que hicieron más ruido que sangre en nombre de unos albañiles que a su muerte le lloraron, cuando cerraron las fábricas y los taxistas llevaron gratis a los obreros a su entierro.
Otra gran paradoja de su vida fue morir sin casa después de haber construido mansiones para la alta sociedad sevillana. La ciudad, como consciente de una deuda que nunca podrá pagar, convocó una suscripción popular para construir una vivienda 'sevillana' a su familia en esa avenida de la Palmera cuyo caserío hoy amenaza el mercantilismo del hormigón.
Aníbal dimitió como director de su Expo en 1926, acusado de retrasos y sobrecostes. Hay que agradecerle por tanto hoy que la Plaza de España, presupuestada en 600.000 pesetas, costara 15 millones. Pagaba España y, como siempre ha pasado con esto de los grandes fastos, Barcelona celebraba el mismo año otra exposición.
Por esto y más me fascina el personaje y lamento que su vida, obra y muerte, pasen desapercibidas para los sevillanos. El domingo la 2 emitió el documental 'Aníbal. El arquitecto de Sevilla', que dirigió Paco Ortiz y debería proyectarse en las escuelas. Extraña que Sevilla no reivindique con orgullo, museo, ruta y placas la figura de su arquitecto... como hace Barcelona con Gaudí.
Mi infancia son estampas de palomas en la plaza de América, de viajes en círculo en la calesa de los burritos. Todos somos remeros en la Plaza de España cuando nos llama la nostalgia. Esos espacios públicos abiertos, grandiosos, bellos, 'icónicos', que admiran hoy turistas de todo el mundo, tienen su nombre.
A casi un siglo de su muerte, hay que reclamar el tributo que Aníbal merece. Un desagravio por los años en los que la arquitectura local defenestró su obra, arrumbó cerámica y ladrillo, olvidó los ancestros y en pro de una modernidad impostada arrasó el patrimonio de lo que fuimos. Sigue haciéndose.
Quedan cinco años para el siglo y la pelota está en el tejado de la Plaza de España. Esa que casi se cargaron los hijos del botellón ante nuestros indolentes ojos. Ese zoco, cuyo interior ocupan organismos oficiales, merece mejor uso. Pidamos sin complejos hacerla más nuestra con un gran destino para que cuando la mirada de bronce de Aníbal dé los buenos días a su gloria el 31 de mayo de 2029 sienta que esta es la ciudad que merecía su talento y su constancia.
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