Recuperar el mayor de los espacios de Santa Clara

Así pues, la nave de los dormitorios es la primera y más antigua construcción erigida específicamente para uso conventual de todo el conjunto. Sorprenden sus dimensiones: siete metros de ancho, algo más de seis de altura por noventa y dos metros de longitud, lo que le convierte, posiblemente, en la estancia monacal de mayor dimensión de la Península, superando los ochenta y siete metros del similar del Monasterio de Poblet, hasta ahora considerado como tal. Originariamente de una sola planta, se cubre con un extraordinario alfarje con vigas de gran sección apoyadas sobre canes tallados con figuras antropomórficas (con cabezas de frailes, obispos,, reyes o calaveras, etc.) o zoomórficas ( cabezas de monos, asnos, carneros) o motivos vegetales. En la primera mitad del siglo XVI se levantó la planta alta, con cubierta de armadura en madera a dos aguas, con tirantes pareados decorados con lacería. Desgraciadamente estos extraordinarios espacios, bajo y alto, no pueden ser percibidos actualmente en su completa integridad y magnitud porque fueron abruptamente cortados y separados en el siglo pasado. Y así continúan más de cien años después.

En efecto, el 20 de septiembre de 1917, la Comunidad vendió un trozo de cincuenta metros de longitud (o sea más de la mitad) de estos dormitorios mudéjares como parte de una parcela de 1.424 metros cuadrados, al precio de 10 pesetas el metro cuadrado, y en la que se incluían, además, unos mil metros cuadrados de huertas conventuales. Unos años después, el 30 de marzo de 1920, el Ayuntamiento compraría la Torre de Don Fadrique, con sus huertas contiguas por 100.000 pesetas. Sobre este conjunto medieval de torre y dormitorio conventual desarrolló, de 1920 a 1924, el arquitecto municipal Juan Talavera y Heredia, una interesantísima actuación de rehabilitación y puesta en valor, para destinarlo a Museo Arqueológico Municipal. Así en la torre, además de restaurarla interiormente, excavó el exterior hasta descubrir el nivel original del basamento, diseñó el estanque que la refleja y el tratamiento uniforme de las medianeras que la rodean. En el edificio de dormitorios igualmente intervino, respetando la unidad constructiva y espacial, situando por ello las escaleras y servicios en unos módulos laterales en los extremos, y dotando además de iluminación natural de la que carecían, las amplias naves. Los huecos hacia el patio interior de la planta alta cuentan con unos interesantes antepechos de inspiración gótica. En planta baja, al introducir, junto a la luz natural, una entreplanta, se ha posibilitado una mejor y más cercana contemplación y disfrute de los elementos antropomórficos de los que antes he hablado. En resumen, este edificio, más conocido como «el colegio de calle Becas», posee un doble valor histórico y patrimonial, tanto por formar parte del Bien de Interés Cultural que es el Convento, como por haber sido objeto de una interesante rehabilitación a cargo de uno de los mejores arquitectos sevillanos del siglo pasado.

Estos valores no parecen ser conocidos ni apreciados suficientemente por el Ayuntamiento propietario, tanto de este edificio como del resto del Convento, porque lo mantiene cerrado y separado del mismo, como si no formara parte de él. Por ejemplo, no figura en el Inventario del Plan Director del Patrimonio Histórico Municipal como si, o bien no fuera de su propiedad, o bien, se considerara que carece de valores. Ignorancia o desinterés en cualquier caso. Más grave aún me parece que, en las futuras fases de rehabilitación del Convento publicitadas por parte de la Gerencia de Urbanismo, nunca se mencione este fragmento conventual, ni tampoco se programe su rehabilitación, o al menos se considere su ineludible incorporación al resto del conjunto monumental. Y es que, aunque parezca difícil de comprender, administrativamente, este trozo del convento original depende todavía de otra área municipal distinta de la que es titular y responsable del resto del convento, el ICAS. Consideramos que la reintegración de este importante espacio patrimonial segregado indebidamente del resto del conjunto, es condición inexcusable y urgente para la recuperación de la integridad física, espacial y constructiva de un inmueble catalogado Bien de Interés Cultural. Dada la dificultad que esta anómala situación administrativa supone para la más adecuada gestión y rehabilitación de nuestro patrimonio creo que la primera medida a adoptar sería la inmediata adscripción administrativa al referido ICAS de este edificio histórico para su incorporación física, constructiva y funcional al resto del conjunto monumental. El respeto a nuestra historia y patrimonio lo exige.

(*) José García-Tapial es arquitecto