cardo máximo
Tanto de tanto
Si los niños aprenden lo que ven, ¿qué les estamos enseñando a nuestros críos con esa acumulación impúdica de cortejos desmesurados?
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Iniciar sesiónAnte nosotros, pasadas ya todas las fiestas tras la noche de Reyes, se abre un periodo de depuración. Al modo de esas dietas que tratan de devolverle al organismo el equilibrio perdido con las grandes comilonas de estas fechas. Se impone, para garantizar un saludable ... desarrollo emocional, retornar a la virtuosa práctica de la frugalidad: menos de todo para contrarrestar tanto de tanto como hemos ¿realmente disfrutado? estos días en una apoteosis del derroche, la desmedida y el dispendio en todos los sentidos. Hasta hace bien poco –cuarenta años, pongamos por caso–, esto era imposible sencillamente porque no había disponibilidad y todos –una inmensa mayoría, al menos– vivíamos una forzosa austeridad nunca suficientemente ponderada como escuela de morigeración. La ecuación era muy simple: nada se tiraba porque nada sobraba.
Desde muchas tribunas se nos viene insistiendo en el fin de la abundancia como la etapa última del modelo económico capitalista: una forzosa resaca después de la borrachera de consumo barato que caracterizó las dos últimas décadas, propulsada por la irrupción en el mercado de productos manufacturados cada vez más asequibles por gigantescas economías de escala. La subida de precios de productos básicos y de materias primas y otros insumos vendría a ser la plasmación del obligado frenazo a nuestras ansias consumistas. Se acabó lo que se daba. O no.
Porque el espectáculo de las cabalgatas de Reyes Magos recorriendo hasta el último rincón de Sevilla capital entre ayer y hoy va en sentido contrario. Si los niños aprenden lo que ven, ¿qué les estamos enseñando a nuestros críos con esa acumulación impúdica de cortejos desmesurados? Sólo en la ciudad –descontados los municipios de la provincia– hay veintidós cabalgatas de todo pelaje para que cada cual elija cuál es la que más le interesa: la que tire –el verbo resulta de lo más expresivo– más caramelos, la que reparta a voleo más juguetes, la que sea más extravagante en sus formas o la que tenga un acompañamiento musical más estridente. Todo vale para hacerse notar y para, en muchos casos, satisfacer el ego personal de quienes se revisten con los ropajes de los Magos para su propio disfrute por encima del interés de los propios críos: la aspiración a los cinco minutos de fama warholianos aunque sea bajo el disfraz de Melchor, Gaspar o Baltasar.
Estamos sobrados de todo. Y a la vez, a nuestra vera, tantos carecen de lo mínimo. Tanto plástico, tanto regalo, tanto rey mago, tanto juguete, tanto premio, tanto caramelo, tanto desperdicio, tantas carrozas, tanta basura, tanta exhibición… Se nos ha ido la mano en todo lo que rodea a la entrañable fiesta de los Reyes Magos, pero no se escucha por ningún lado ninguna voz que apele a la templanza y que invite a la frugalidad como una forma de estar en el mundo, tratando de aminorar la huella indeleble que nuestro paso imprime. Tenemos tanto de tanto…
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