CARDO MÁXIMO
El rapto de las hebreas
Una cruel forma de guerra asimétrica tomando a los civiles como rehenes, expresamente prohibido por la Convención de Ginebra
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Iniciar sesiónNos habíamos acostumbrado a contemplar la guerra –la de los demás– desde lejos como una secuencia de videojuego: una imagen cenital que se posa sobre el objetivo, apenas unos segundos y ¡bum! una enorme bola de fuego que convertía en chatarra el blindado. Los pobres ... diablos achicharrados entre el amasijo de acero no los veíamos nunca, todo lo más, si alguno salía malherido y se arrastraba fuera del vehículo hasta que lo remataban. Creíamos que la guerra del siglo XXI era así. Hasta que hemos visto la guerra del Sucot, por la coincidencia del ataque combinado con la fiesta de las Tiendas o de los Tabernáculos que los judíos celebran dos semanas por detrás del Yom Kippur (la fiesta de la gran expiación equivalente en cuanto a sacralidad sólo a nuestro Viernes Santo) que dio nombre a la contienda bélica de hace medio siglo cuando los vecinos árabes lanzaron sus ejércitos regulares contra el Estado de Israel hasta ponerlo contra las cuerdas.
Ahora ha sido un ejército irregular, menos zarrapastroso y bastante más sofisticado de lo que nos quieren hacer ver, el que ha humillado todos los sistemas de vigilancia y prevención israelíes penetrando hasta el corazón de sus ciudades como una actualización del caballo de Troya. Lo que ha seguido, por no salirnos de la mitología del mundo clásico, ha sido una versión 2.0 del rapto de las sabinas. Lo habíamos pergeñado gracias al arte (cuadros como los de Rubens del Prado o de David del Louvre), pero ahora lo hemos visto en vídeo: unos tipos malencarados llevándose a rastras a jovencitas que meten a empujones en las furgonetas en las que se mueven a todo gas en medio de una nube de polvo. Tiene poco que ver con la sublimada imagen que nos legaron los artistas y sí con una cruel forma de hacer la guerra asimétrica tomando a los civiles como rehenes, expresamente prohibido por el artículo 34 de la Convención de Ginebra. Pero a estas alturas del conflicto árabe-israelí, dónde quedarán los derechos humanos. De una y otra parte.
No se trata de equidistancia, sino de denunciar que el movimiento terrorista Hamas, catalogado así en la lista de la UE, mantiene a la población civil de la Franja de Gaza como rehenes en su propio domicilio desempeñando alternativamente el papel de escudos humanos y de eventuales combatientes a través de las milicias armadas, según lo que convenga en cada momento. Los intereses de Irán y su enemistad con la otra gran potencia regional, Arabia Saudí, han dado vía libre a la primera acción en este conflicto a la que seguirá la sobrecogedora reacción israelí. Hasta la próxima vez.
El golpe a la reputación de invulnerabilidad israelí ya es suficiente humillación para un estado acosado por enemigos de fuera que no reconocen su territorialidad (con todo lo que eso daría para discutir) y dividido dentro de sus fronteras. Los videos del rapto de las hebreas añaden dramatismo y escarnio: las dos mechas acelerantes de todas las guerras.
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