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CARDO MÁXIMO

El rapto de las hebreas

Una cruel forma de guerra asimétrica tomando a los civiles como rehenes, expresamente prohibido por la Convención de Ginebra

Javier Rubio

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Nos habíamos acostumbrado a contemplar la guerra –la de los demás– desde lejos como una secuencia de videojuego: una imagen cenital que se posa sobre el objetivo, apenas unos segundos y ¡bum! una enorme bola de fuego que convertía en chatarra el blindado. Los pobres ... diablos achicharrados entre el amasijo de acero no los veíamos nunca, todo lo más, si alguno salía malherido y se arrastraba fuera del vehículo hasta que lo remataban. Creíamos que la guerra del siglo XXI era así. Hasta que hemos visto la guerra del Sucot, por la coincidencia del ataque combinado con la fiesta de las Tiendas o de los Tabernáculos que los judíos celebran dos semanas por detrás del Yom Kippur (la fiesta de la gran expiación equivalente en cuanto a sacralidad sólo a nuestro Viernes Santo) que dio nombre a la contienda bélica de hace medio siglo cuando los vecinos árabes lanzaron sus ejércitos regulares contra el Estado de Israel hasta ponerlo contra las cuerdas.

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