cardo máximo
¿Qué puede salir mal?
El apetito voraz de los nacionalistas no tiene hartura. Hoy reclaman pinganillos y amnistía como mañana pedirán lo que se les antoje
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Iniciar sesiónVamos allá. Libertad, amnistía y estatuto de autonomía. Y lo que sea menester. Sánchez entregará a los secesionistas lo que pidan. Mañana será la amnistía y pasado, la cabeza de Illa o de quien los independentistas señalen como enemigo político cuyos planes entorpece. Si ya ... lo hemos visto, si ya lo hemos vivido. Claro que esto también podrían decirlo nuestros padres y abuelos, y los abuelos de nuestros abuelos, y no echamos cuenta. Porque siempre nos agarramos a la mejor de las posibilidades, al escenario más favorable, a lo que puede salir bien sin reparar en lo que, ay, desgraciadamente puede salir mal.
Ahora estamos por agradar a los golpistas de hace seis años porque, qué más da, tampoco era para tanto y nunca debió recurrirse a los juzgados para que persiguieran conductas tan fuera del tiesto como proclamar la independencia de una parte de la nación cuya soberanía sigue residiendo, de momento, en las Cortes Generales. Ahora, con pinganillo.
Y tres de cuatro votantes de la izquierda –tampoco sirven de mucho ya los sondeos demoscópicos– están instalados en la posibilista estrategia de consentir con tal de que dejen gobernar a quien se lo merece. Porque habla inglés y es guapo, alto, moderno, progresista y cayó en el lado correcto de la historia, no como los otros, pobrecitos, fachas sin saberlo que están en el lado equivocado y todavía no lo saben, se van a condenar.
Pero el apetito voraz de los nacionalistas no tiene hartura. Hoy reclaman pinganillos y amnistía como mañana pedirán lo que se les antoje. Niños caprichosos, malcriados a nuestros pechos a los que no les calzan leyes ni firmezas porque saben que su voto vale lo que quieran pedir por él. Y siempre hay alguien necesitado de su concurso, que pague en la subasta lo que sea. Hasta la próxima.
Todos hemos caído en la trampa, todos nos embolicamos con su juego de trileros que siempre esconden la bolita y nunca le descubres el engaño porque se sienten protegidos. Todo lo que hicimos estos cuarenta años mal contados fue por agradarles, por tenerlos contentos: lenguas, colegios, transferencias, policías, televisiones y dinero, mucho dinero. Dinero a espuertas o nos enfadamos. Yonquis de la transferencia, enganchados a que papá Estado pague la fiesta pero con derecho a insultar, a creerse superiores.
Nos pasó a todos. Con Suárez, con Felipe, con Aznar, con Zapatero, con Rajoy. Con todos y nunca se han hartado de pedir. Nunca han dicho que es suficiente, nos plantamos, aquí paz y después gloria, sino que cada logro les ha servido de trampolín, envalentonados, para nuevas y más onerosas exigencias. Eso es todo. Hemos criado niños caprichosos que nunca crecen, amenazan con irse de casa pero no hay quien los eche porque viven del cuento, de chulear a los que traen el sueldo a casa. Y encima nos miran por encima del hombro.
Ahora tratan de convencernos de que esta es la buena, que de esta ya se callarán y dejarán vivir al resto. Claro que sí, hombre. ¿Qué puede salir mal?
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