CARDO MÁXIMO
Esperanza
Jesús Maeztu, Mar González y Jaime Bretón dejan retratada la impotencia que han sentido, uno tras otro en distintos momentos en el Polígono Sur
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Iniciar sesiónDe la charla de los tres comisionados del Polígono Sur que ayer ocupaba la portada del periódico y tres páginas interiores quedaba flotando en el ambiente un aire de desesperanza en quienes han sido los máximos responsables de la Oficina creada hace justo veinte años ... para sacar aquel barrio del abandono e incorporarlo a la vida cotidiana de la ciudad que, paradójicamente, consintió en menguar su presencia institucional a cambio de coordinarse con el resto de administraciones públicas, en especial la Junta de Andalucía.
Maeztu, Mar González y Bretón dejan retratada la impotencia que han sentido, uno tras otro, en distintos momentos. Promesas incumplidas, compromisos que quedaron en agua de borrajas, apuestas que nunca llegan a ser de verdad completas, anuncios que se diluyen en humo, trincherismo político… el catálogo de cuanto se ha quedado sin hacer es mucho más amplio del álbum en que se recopilan los logros de una Oficina del Comisionado que es más un aliviadero del empantanado día a día del barrio que un poder ejecutivo con capacidad decisoria.
Todo eso se trasluce en las respuestas que van ofreciendo los tres comisionados a las cuestiones que siguen encima de la mesa: el avispero de delincuentes que no conviene agitar por caución policial, la droga omnipresente tantas veces incluso idealizada como complemento de cierta genialidad artística, la impunidad administrativa en los títulos de propiedad, y la falta de exigencia en el compromiso de los beneficiarios en respuesta a las ayudas que perciben. Con lo que en el lector queda una cuestión que no debemos esquivar por más tiempo para ser honestos con nosotros mismos: ¿sirve de algo la Oficina del Comisionado tal como está?
Y que puede ampliarse como las sucesivas ondas concéntricas que dibuja una piedra arrojada al estanque de aguas remansadas: ¿ha servido de algo toda la inversión realizada por las administraciones públicas en la zona?, ¿ha servido de algo la dotación de edificios culturales o cívicos en estos últimos veinte años?, ¿ha servido de mucho o de poco la riada de dinero público vertido en la zona?
Hasta que no se respondan sin prejuicios, sin aspavientos, sin carga ideológica tales cuestiones no podrá avanzarse en la búsqueda de soluciones efectivas. Y quienes tienen que contestarlas, sobre todo, son los vecinos que allí viven, encerrados por cuatro lados como Jesús Maeztu reconoce y el PGOU de 2006 sancionó al dejar sin plantearse el soterramiento de las vías del tren que segrega físicamente el Polígono Sur.
De fondo, la gran cuestión pendiente que sale al paso de los sevillanos en lo tocante a los barrios de la exclusión social: ¿estamos todos interesados en acabar con la desigualdad? Formulada desde el ángulo opuesto: ¿a quién le interesa que esa exclusión se perpetúe de generación en generación? Es decir: ¿hemos perdido definitivamente la esperanza?
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