CARDO MÁXIMO
Aun dicen que la cerveza es barata
Esa es la realidad del comercio y de la hostelería sevillanos: estamos tiesos y no queremos pagar más de lo que abonamos por consumición
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Iniciar sesiónNo sé qué tienen los hosteleros sevillanos con la cerveza. O con el precio, para ser más exactos. O los presidentes de la patronal de la hostelería, si nos vamos a poner mijitas. No hay micrófono que se les arrime, que no aprovechen para decir ... que Sevilla tiene los precios de la caña más baratos de Europa. Caramba, ni que les obligaran a cobrar lo que cobran como con el pan cuando éramos chicos: cada provincia tenía su tabla de precios en función del peso de cada pieza y de ahí no se movía nadie. Cuando venían mi abuela y mi tía de Huelva se sorprendían de que la barra –allí no se llevaba el bollo– costaba más aquí porque así lo había decretado la autoridad gubernativa. Las cosas del mercado intervenido y tal, pero ahora hay libertad de precios y cada bar es libre de cobrar la caña a lo que le parezca oportuno. Claro, en reciprocidad, los clientes son también muy libres de pagar o no lo que les parezca que colma su expectativa. Y así hay bares de barriada donde el cervezón no pasa de 1.30 y terrazas de hotel en el Centro donde milagro es si no te clavan los tres euros. Cada cual es libre de pagar lo que quiera.
Pero los presidentes de la patronal insisten una y otra vez en que Sevilla es la ciudad de Europa con los precios de la cerveza más baratos. Verdad. Gustosamente he pagado cerca de seis euros por disfrutar de tan refrescante bebida alcohólica contemplando la fachada del Panteón de Agripa. Y hasta un poco más hubiera pagado por aquella hora y media en compañía de alguien a quien se lo debía (no el precio de la cerveza, sino el momento inolvidable). Pero, de igual modo, hubiera protestado si me cobraran ese dineral por un servicio en una osteria perdida con barra de aluminio del Testaccio. O sea, que hay una ciudad (y unos precios) para turistas y otra ciudad (y otros precios) para genuinos residentes.
El problema es que Sevilla es pobre. Sí, la ciudad es muy rica en arte y en patrimonio, en historia y en cultura y en todas esas cosas que no dan de comer. Pero pobre de solemnidad en cuanto a ingresos familiares, renta bruta disponible, ingresos per capita y cualquier fórmula que empleemos para medir el nivel económico de sus habitantes. El periódico traía ayer un dato que no es que confirme por qué es tan barata la cerveza en Sevilla, pero de algún modo lo explica: la provincia es la quinta de España por porcentaje de población que cobra el ingreso mínimo vital tras las dos plazas norteafricanas y las provincias de Cádiz y Granada. Esa es la realidad en que se desenvuelve el comercio y la hostelería sevillanos: estamos tiesos y no queremos pagar más de lo que abonamos por consumición. Todo lo demás es darle vueltas a lo que no lo tiene.
El lector atento –me precio de tenerlos– habrá advertido en el título de esta columna el eco de un cuadro de Sorolla. Aún dicen que el pescado es caro, después de lo que cuesta conseguirlo. Aún dicen que la cerveza es barata. Pues eso.
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