Sevilla al día
El renacimiento del Betis
Hoy, en la cuna del arte europeo, el Betis busca la redención de su propia leyenda negra
Iba el Betis vagando por la mediocridad, jugándose su dignidad en el Miniestadi y el Cartagonova. La de un equipo que jamás estuvo a la altura de su gente, que por más bochornos que le regalaba nunca lo dejó solo. Con los descensos al tiempo ... que los vecinos estaban borrachos de plata y triunfos, el bético siempre levantó la cabeza. Porque la historia forjó una identidad única que ha sido siempre el pilar donde se ha sostenido un club acostumbrado al desgobierno y la improvisación. El 'manquepierda' es un 'te quiero y te querré siempre aunque todo en ti sea una decepción'. Que, bien aplicado, supone también una reconversión en espíritu de superación, exigencia y ambición. Nunca fue una excusa para el conformismo, aunque quisieran manipularlo. Y eso es lo que ha salvado al Betis de su propio sino.
En los niños que en aquellos años del infierno vestían la verdiblanca con orgullo, aunque apenas hubiera nombres ni dorsales de los que presumir, está el mayor prestigio de un sentimiento inquebrantable, como popularizó Martínez de León: «Mil veces alanceado y nunca muerto». Porque el verde que lleva por bandera esta afición incomparable es el de la esperanza en que algún día el Betis se levantaría de su medianía y que de los ridículos sonrojantes llegaría el empíreo de la gloria.
Por primera vez en sus casi 118 años de vida, lleva más de una década asentado en la categoría de la que nunca más debe salir y un lustro consecutivo entre los grandes, que es como mínimo el lugar que le corresponde a la cuarta afición más popular de España, y convirtiendo el Villamarín en una caldera por más que truene o el sol caiga a plomo.
Han llegado por fin las musas del balompié a las que llamaron Lecue y Luis del Sol; Esnaola, Rogelio y Cardeñosa; Alfonso, Finidi y Jarni; Oliveira y Edu; Rubén Castro, Fekir y Canales; y las que hallaron corriendo la banda Joaquín y Gordillo. Porque ellos dos son la reencarnación en el césped de la pureza del beticismo, representada en el genio de Curro y el de Morante.
Y es por eso por lo que hoy, en la cuna del Renacimiento, el Betis busca la redención de su propia leyenda negra. En las orillas del Arno, donde Miguel Ángel esculpió un milagro de mármol, Isco tendrá en sus pies el Juicio Final para pintar para siempre las cinco letras de esta religión centenaria en la historia del arte europeo. Allí, donde Brunelleschi trazó las curvas imposibles de la gran cúpula de Florencia, estará el sueño de escuadras de un arquitecto brasileño que se ha empapado en apenas cinco meses de la cultura del 'nomadejado' que representa la fe verde y blanca.
Hoy el Betis tiene por delante el mayor reto de su historia: hacer retumbar las campanas del Duomo. Para anunciarle a Europa, para decirle al tiempo, que Heliópolis será por siempre el barrio de la alegría.
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