Sevilla al día
Que se joda
Nadie esperaba que fuera Sonia Gaya la que trasladase al Pleno del Ayuntamiento estas nuevas maneras importadas por Montero
La política es ya una ciénaga despreciable, nos ha barrido un tsunami de barro que nos ha dejado un ambiente irrespirable. El debate instruido ha dado pie a un lodazal de memes y zascas que encajan bien en los 280 caracteres y se resumen en ... vídeos repetidos en bucle en las redes sociales. Ya no hay espacio al sentido común sino a una realidad moldeada para ser interpretada como una bufonada, porque no hay más argumentario que una frase bien captada que sirva de escarnio público y troleo. Es ahora más que nunca cuando cobra sentido aquella frase de McLuhan, que es de lo poco que se nos quedó de la teoría de la comunicación: «El medio es el mensaje». La retórica se ha sustituido por la marrullería de lemas para necios de un lado a otro, que ha cortado el paso a la capacidad crítica. Ahí está el ejemplo del ministro al que tienen colocado cual community manager para invertir todo su tiempo en incendiar el pasto de Twitter a base de consignas, emoticonos y GIF animados. Todo esto no es más que el reflejo de los grupos de amigos y familiares donde hay representantes de las dos Españas, y que se han convertido ya en un barrizal viciado por los muros que nos ha vuelto a levantar la política.
Esa ola de fango tiene especialistas en las instituciones, como Puente o Tellado, Sánchez o Ayuso, Rufián o Abascal, que han arrasado con la diplomacia y han cambiado las reglas de juego y las formas de parlamentar hacia una confrontación permanente con oratoria para imbéciles. Han creado el caldo de cultivo perfecto para la aparición de profesionales de un nuevo subgénero periodístico ultra y agitador, como Vito Quiles o Antonio Maestre, que tiene su origen en el hoy adalid mediático de la progresía, como es Jordi Évole, antes conocido como el Follonero.
El trincherismo al que nos han sometido se está llevando por delante también a políticos de una vieja guardia que no está ya preparada para este ambiente hostil. El ejemplo es Sevilla. La llegada de María Jesús Montero al PSOE andaluz ha encanallado el Salón Colón y el Hospital de las Cinco Llagas, que eran los últimos refugios de los buenos modales. El conflicto de intereses que le supone ser la candidata en Andalucía al tiempo que regala cupos fiscales a Cataluña, es una factura que pesará demasiado en las urnas el año que viene. Es por ello por lo que ha dado instrucciones expresas para calentar el debate, agitando el avispero exaltado.
Ya lo vimos la semana pasada con la diputada socialista Rocío Arrabal, cuyo comportamiento bochornoso hizo que el presidente Moreno se levantase y se marchase. Lo que nadie esperaba es que fuera Sonia Gaya la que trasladase al Pleno del Ayuntamiento estas nuevas maneras. La portavoz adjunta del grupo municipal, a la que el PSOE cerró la puerta a continuar como alcaldesa en funciones tras la marcha de Espadas y la pasó de número 2 al 12 en la última lista electoral, pronunció una frase ajena a su hasta ahora espléndido currículum, y que le ha golpeado como un bumerán: «Que se joda».
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