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Sevilla al día

Me estás estresando

La impuntualidad hispalense no es un defecto, es una virtud, porque forma parte del sentido de la medida de la ciudad

Javier Macías

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Hay dos escenas que agobian al sevillano. Se nos retuerce el humor al llegar el primero a una reunión de amigos. O, al ir con prisa a algún lugar, encontrarnos con el clásico paliza que se toma en su máxima literalidad la pregunta tópica del '¿ ... qué tal?', y acaba contándote sin piedad su vida, obra y dolores. Todos tenemos al amigo puntual, irritante agonía del reloj, que te recibe al llegar como la caribeña del anuncio de Malibú que está esperando impaciente al autobús y, cuando éste para, le dice al conductor: «Llega 38 segundos tarde». En Sevilla, como en aquella mítica publicidad, nos tomamos la vida en serio, pero no tanto. Por eso aquí nos trabajamos el arte de llegar tarde. La impuntualidad hispalense no es un defecto, es una virtud, porque forma parte del sentido de la medida de la ciudad. Llamar al telefonillo de una casa a la hora en punto en la que se ha acordado la cita se considera tan informal como hacerlo con excesivo retraso. Hay que dar esos 15 minutos de margen para que el anfitrión recoja la ropa sin necesidad de hacerla bola en el armario.

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