Sevilla al día
El eco de los muros viejos
San Hermenegildo es una herida cerrada. El símbolo de una ciudad que arrinconó su patrimonio esperando que el tiempo decidiera por ella
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónFue templo, después cuartel, más tarde parlamento y finalmente ruina. Sevilla lo vio morir al paso del tiempo, indolente. Como si aquel edificio que fue escuela del Renacimiento fuera sólo una hermosa fachada hueca al lado de El Corte Inglés. Sin alma, sin historia. Allí, ... en el kilómetro cero de la incuria patrimonial de la ciudad, la especulación franquista acabó con el palacio de los Sánchez-Dalp y del Marqués de Palomares para levantar un mamotreto que acogiera los grandes almacenes. La piqueta ha arramblado con la monumentalidad del eje que va de la Concordia a la Campana pasando por la plaza del Duque en los últimos 150 años. Primero fue San Miguel, que fue derribada a la vez que las murallas en la Revolución Gloriosa. Echaron abajo el Colegio de Alfonso X, el palacio de los marqueses de Aracena, el de la familia Robledo y el de Cavalieri, del que sólo sobrevivió la portada. El desarrollismo tumbó el Hotel Madrid, el Venecia y el Café París. Sólo quedó en pie la casa que Gómez Millán construyó para la familia Gómez y Pérez de León, más conocido ahora como el antiguo Banco Popular. Y San Hermenegildo, que ha formado parte de una subasta interminable y siempre malograda.
Aquellos muros olvidados escucharon por última vez en 2003 un chirrido que fue el símbolo de su condena. El lugar, que era perfecto para la cofradía de Pasión, y por el que tanto luchó Francisco Navarro Sánchez del Campo, vio por fin salir de su interior al Nazareno de Montañés. Un templo renacentista para la imagen más cercana al cinquecento. Fue todo accidental: el traslado puntual, debido a las obras del Salvador. Y lo sucedido el Jueves Santo terminó por condenar aquel sueño que se quedó en el dibujo del baldaquino de Cayetano y en la foto del palio de la Merced encajonado en la puerta.
San Hermenegildo se cerró tres años después y padeció la amnesia de la ciudad que ha dilapidado sin parar su propia arquitectura, con brochazos de nostalgia y un chauvinismo mal entendido por el que penaron también otros como las Atarazanas, Santa Clara o Artillería. Paradójicamente, fue la época en la que se protegió la vieja comisaría de la Gavidia, como un edificio singular comido por la aluminosis que había que preservar, quizá con el único pretexto de la Memoria Histórica de lo que ocurrió en sus calabozos. Y que será un gran hotel, como los antiguos Sindicatos, que un día fueron el suelo de una de las primeras iglesias de la capital.
Hoy San Hermenegildo es una herida cerrada. Un símbolo más de una ciudad que arrinconó su patrimonio esperando a que el tiempo decidiera por ella. Ya tampoco será un simple decorado, pues albergará la obra de Velázquez, junto al lugar donde se levanta su estatua. Que su renacimiento sea un emblema, una advertencia de que no hay identidad sin memoria. Que el eco de los muros viejos de Sevilla no sea sólo añoranza, sino la voz de la resistencia de un pasado que, aquí, sí fue mejor.
Límite de sesiones alcanzadas
- El acceso al contenido Premium está abierto por cortesía del establecimiento donde te encuentras, pero ahora mismo hay demasiados usuarios conectados a la vez. Por favor, inténtalo pasados unos minutos.
Has superado el límite de sesiones
- Sólo puedes tener tres sesiones iniciadas a la vez. Hemos cerrado la sesión más antigua para que sigas navegando sin límites en el resto.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete