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Sí o qué

Los catetos de la bulla

La ciudad ha transgredido su propio canon del buen gusto y del buen orden hasta el punto de que nos han tenido que pintar de rojo carriles para los pasos

Javier Macías

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EN estos días hemos asistido a una feria de las vanidades de sevillanas maneras cuando algunos que se autoproclaman defensores del dogma de nuestra idiosincrasia (como si sólo existiera una sola forma) se mofaron al ver a Turismundo Campos, el 'capataz' de la Virgen de ... Setefilla, dirigirse al pueblo de Lora para comenzar la verdadera procesión de su patrona al terminar la carrera oficial en la Magna. Algunos sevillanos han despreciado de forma vergonzante la manera tan particular de llevar a la Virgen. Aquí, mientras nos indignamos cuando de Despeñaperros para arriba nos tratan con displicencia provinciana, hemos actuado con una soberana mezquindad ante la pureza verdadera, el estilo propio y la falta de complejos de unos devotos que quieren tanto a su Madre que son capaces de llegar a Sevilla para enseñar esa personalidad. Que para eso fueron invitados, por cierto.

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