SIN ACRITUD
En mi pueblo
En mi pueblo se llama a las cosas por su nombre, en mi pueblo un presidente busca soluciones a los problemas como la sequía y no se humilla ante nadie
«En mi pueblo». Qué bonita expresión. Ya en desuso, como tantas. Una pena. «Eso es así, aquí y en mi pueblo». «En mi pueblo esto, en mi pueblo aquello». Super socorrida para explicar infinidad de cosas. En mi pueblo, por ejemplo, cuando das ... tu palabra, la cumples hasta el final. Cuando marcas una línea roja, la respetas. Y tu dignidad no se vende. En mi pueblo, a los modelos como el del cartel de la Semana Santa se les llama suavitos. A los genios del humor como el Selu se les llama eso, genios. A Martínez Ares egocéntrico. Y al que deja a su mujer plantada en el altar, 'cagao'. O algo peor. Aunque tenga el valor de ponerse delante de un toro. En mi pueblo Óscar Puente es un matón, Félix Bolaños un papafrita y el presidente Sánchez un tragaldabas. Con todo traga este hombre. Díaz Ayuso una mijita estirada, Macarena Olona tiene una carrera política desequilibrada y María Jesús Montero es una verdulera. Yolanda Díaz es incalificable, aquí y en mi pueblo. En mi pueblo no cedes a un chantaje terrorista, aunque le cueste la vida a un joven concejal de pueblo. Ni se pone en duda la decisión de un juez. En mi pueblo, si una sentencia judicial no te gusta se dice, pero se respeta. «No compartimos la sentencia pero la respetamos». Eso ya no se lleva. Nadie lo dice. Ahora una ministra se permite el lujo de acusar a todo un juez de la Audiencia Nacional de tomar decisiones por motivos políticos. «Tiene querencia a pronunciarse en momentos políticos sensibles». Eso dijo. La ministra de Transición Ecológica y Reto Demográfico. Qué tendrá que decir una ministra de Transición Ecológica y Reto Demográfico sobre la decisión de un juez. Pues lo dice. Tan tranquila. De pueblo. De locos. En fin, en mi pueblo no tenemos ni idea de qué es la fachosfera, pero cada vez más nos sentimos identificados con ella. Si pertenecer a la fachosfera es oponerse a la descomposición de la política, la justicia y de nuestro modelo de sociedad, que me den el carné. A mí y a todos los de mi pueblo. En mi pueblo un presidente se va a Bruselas o a donde haga falta a buscar soluciones para la sequía. Y reclama igualdad para todos los vecinos del pueblo. Se niega a aceptar que haya desigualdades por intereses políticos. Ese es su trabajo. Por eso gana por mayoría absoluta mientras otros tienen que recurrir al trilerismo parlamentario. Por eso y porque nunca se humilla ante un fugado de la justicia. Cómo hemos cambiado. Cuántos pasos atrás hemos dado.
«En mi pueblo». Utilísima expresión para reforzar una idea. Como decir «eso lo saben hasta los chinos». Cuando en realidad ni tú eres de pueblo ni sabes lo que a su vez saben o dejan de saber los chinos. Pero todo el mundo te entiende. Aquí, en tu pueblo y en Pekín. Aunque todo eso era antes. Hoy este país, esta España, ya no es mi pueblo. O por lo menos no se parece al país en el que nos criamos millones de españoles nacidos en la Transición. Un país, un pueblo, en el que había dignidad política. A qué engañarnos. En realidad sí lo es. Siempre lo será. Pero no cabe duda de que nos lo han cambiado.
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