SIN ACRITUD
Política para adultos
Llegado el caso hay dos opciones: un ejército profesional o Yolanda Díaz con una flor en la boca y su 'No a la guerra'
Descubrí, imagino que igual que usted si ya ronda o ha superado los 50, a Juan Diego Botto en 'Historias del Kronen'. Menuda película desagradable y menudo papel de niñatos que le asignaron a él y a Jordi Mollá. Ese intento de enrollarse con su ... hermana en el ascensor, ese consumo desmedido de droga, ese colgarse de un puente... la verdad es que ves la película con apenas 20 añitos e impacta. Ahora, tres décadas después, entiendes que no era más que la radiografía de una parte de la generación joven de los 90 contada de forma sesgada y manipulada. La cuestión es que cada vez que veo al actor hispano argentino, con esa mirada pretendidamente profunda y haciéndose el interesante, me acuerdo de la película. Malísima. Y de que, a falta de una carrera cinematográfica sólida, lleva años recurriendo a los numeritos políticos para tratar de ganar notoriedad. Que es exactamente lo que ha hecho esta semana a las puertas del Congreso de los Diputados erigiéndose en salvador de la patria y de la paz en la tierra. Por cierto junto a otra actriz, Carolina Yuste, que sí que se ha ganado un respeto profesional en los últimos años con papeles verdaderamente destacados. El último, en 'La infiltrada'. Tanto Botto como Yuste son muy libres de concentrarse cuando quieran y donde quieran para pedir el fin de las guerras, del hambre en el mundo y de las injusticias sociales. Al fin y al cabo no necesitan convencerse de que, sin lugar a dudas, la mejor fórmula para vivir en paz es estar preparados por si viene una guerra. Lo malo es cuando asumen ese discurso políticos con responsabilidad en el Gobierno, como la vicepresidenta Yolanda Díaz. Y ni les cuento si hablamos del mismísimo presidente.
Porque podemos estar más o menos de acuerdo en que, ahora mismo, una amenaza real de guerra para España parece lejana. Por más que la Unión Europea nos quiera llevar de cabeza al supermercado a comprar hornillos de gas, pilas, garrafas de agua y latas de conserva. Pero en la Europa del Este no es tan descabellado. Que se lo digan a los ucranianos, que es cierto que no forman parte de la UE, pero les quedaban dos telediarios para serlo de no haber sido por la invasión rusa. Y lógicamente todos los países de su alrededor –más cuando Donald Trump se está poniendo del lado de Putin– han levantado las orejas. El asunto es qué ocurriría si a Rusia le da por intentar conquistar Polonia, por ejemplo. O Letonia. Que sí son de la UE. Y de la OTAN. Como nosotros. Por más que quisiéramos evitarlo, de un modo u otro estaríamos en guerra, aunque fuese a miles de kilómetros de España. Por eso, porque el riesgo es real, hay que decidir si queremos estar preparados. Porque el simple hecho de ser fuertes militarmente ya provoca un efecto disuasorio. El tema es complicado. Políticamente muy incómodo. Pero hay que afrontarlo desde la madurez política, no desde los discursos buenistas. El asunto es muy fácil. Llegado el caso yo prefiero que me proteja un ejército profesional antes que Juan Diego Botto y Yolanda Díaz con una flor en la boca y una camiseta con un lema antimilitarista más o menos ocurrente. No sé usted.
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