SIN ACRITUD
Un Partido Socialista con todas sus letras
Resulta desolador ver cómo votantes y simpatizantes del PSOE de toda la vida, que sienten de verdad las siglas, tratan de justificar las fechorías de Sánchez
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Iniciar sesiónAún no sé si es una percepción personal o algo más generalizado. Ojalá sea lo segundo, aunque aún deberá pasar algo más de tiempo para tener una certeza absoluta. Pido ante todo perdón por hablar en primera persona –nada más odioso en un artículo ... de opinión– pero insisto en que probablemente sea una simple sensación mía y por tanto sólo puedo contarlo desde mi propio prisma. El caso es que en estas últimas semanas empiezo a notar una especie de conexión –llamémosle empatía– con el votante del PSOE. Con el socialista auténtico, de toda la vida, el que desde su infancia ha 'mamado' Partido Socialista Obrero Español con todas sus letras. Aquellos a los que sus padres llevaron de pequeños a los mítines de Felipe y Guerra. Los que admiraron a Tierno Galván, a Leguina, a Nicolás Redondo, a Rubalcaba, a Carmen Romero, a Enrique Múgica, a Rosa Conde, a Bono, a Matilde Fernández, a Carmen Alborch, a Rodríguez de la Borbolla, a Carmen Chacón... a tantos y tantos socialistas de verdad que tanto y tan bueno hicieron por nuestra democracia. Debe ser difícil hoy día defender las siglas que llevas tan dentro. Ver como una única persona, su actual líder, se las ha apropiado y comete tantas fechorías en su nombre. Algo similar a lo que ocurrió hace unos años a los votantes del PP, que vieron como un puñado de mangantes y corruptos utilizaban a su partido para enriquecerse de la forma más ruin.
Mantener hoy una conversación con cualquier simpatizante del PSOE es complicado. Sobre todo si lo haces con alguien por quien sientes afecto, que en mi caso son muchos. Es preferible obviar la actualidad política y centrarse en cualquier asunto banal, como el tiempo, las fiestas navideñas o la vuelta de la Liga tras el Mundial de Qatar. Ocurre que, a poco que se alargue más de dos minutos, la conversación deriva irremediablemente en cualquiera de los temas a evitar: la sedición, la malversación, la puesta en libertad de violadores, el acercamiento de presos etarras, el aborto sin permiso paterno... o cualquier otra barbaridad perpetrada por Sánchez. Y como los conoces, sabes perfectamente que de haberles preguntado por todo ello hace sólo un año hubiesen puesto el grito en el cielo. Pero hoy, con los hechos ya consumados, resulta triste ver cómo tratan de defender lo indefendible. Cómo tragan sapos y justifican a este trastornado PSOE. Es lo que tiene haber convertido España en un país de trincheras –aquí todos somos culpables–. Vivimos una especie de guerra dialéctica continua en la que nadie da su brazo a torcer. Al menos hasta ahora. O eso quiero pensar. Porque Sánchez ha forzado tanto la máquina, ha cedido tanto ante sus socios en cuestiones moralmente intolerables, que se ha pasado de rosca. Y los suyos lo saben. En el fondo de su alma lo saben. Y les duele. Lo cual puede ser el principio del fin de esta negra etapa del Partido Socialista Obrero Español, que ojalá un día recupere todas y cada una de sus pisoteadas letras.
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