SIN ACRITUD
Infantilización social
Lejos de caminar por la senda de la cordura, ahondamos más y más en la de los delirios; la última ocurrencia, reducir la edad para votar a los 16 años
En unos tiempos políticos como los que corren, en los que vamos de tropelía en tropelía, se nos acumulan los escándalos. Ya no nos acordamos del penúltimo cuando nos asombramos con el siguiente. No es necesario enumerarlos aquí, usted ya los sabe. Al menos los ... más gordos. Otros se nos han olvidado, aunque no por ello dejan de ser aberraciones en forma de leyes o decretos siempre al servicio de un PSOE necesitado de los votos de tantos socios que ya ni ellos mismos saben a quién están sirviendo. Una de esas estafas políticas 'olvidadas' es la obsesión de la izquierda radical –Bildu y Podemos de la mano, casi nada– con la Ley de Seguridad Ciudadana. Recuerde, aquello de que la Policía no pueda utilizar bolas de goma en las manifestaciones que se vayan de madre. O aligerar las penas por desobediencia y falta de respeto a los agentes, pasando de graves a leves. Los malos de la clase poniendo las normas. Y la «gente de bien» tragando. Como tragamos con tantas cosas a mayor gloria de Sánchez. Sin duda, esto no es más que una consecuencia de la inmadurez social que estamos experimentando en los últimos años. España, Europa y el mundo en general necesitan una dosis fuerte de política para adultos. Dirigentes que tome decisiones difíciles. Decisiones que nadie quiere tomar. Que sean los 'mayores' los que decidan en situaciones de crisis como las que vivimos, que son muchas y muy variadas. Crisis económica que no termina de arreglarse nunca, crisis comercial desatada por Donald Trump, crisis de valores, que es la raíz de todos los problemas. Incluso crisis que nos podrían llevar a una guerra en principio muy lejana, pero que podría darse. Probablemente no hoy ni mañana, pero quién sabe si dentro de una década, o de cinco. La historia de Europa, desde hace siglos, es una concatenación de conflictos armados.
Sin embargo, lejos de caminar por la senda de la cordura, ahondamos más y más en la de los delirios. La última ocurrencia es la de reducir la edad legal para votar a los 16 años. Asegura el Gobierno que es algo muy normal y muy moderno, que ya se hace en países como Alemania, Bélgica o Argentina, como si eso fuese garantía de algo. Y que se apoyan en un 'proceso consultivo' de 400 páginas. Acabáramos. Un proceso consultivo. 400 páginas. No se hable más. Es todo tan ridículo que asusta. No tenga usted la menor duda de que la única razón por la que el Gobierno se plantea bajar la edad para votar a los 16 años es porque maneja informes –estudios serios, no consultas de chichinabo– que le dicen que saldría ganando. Ya saben aquello de «quien no es de izquierdas de joven no tiene corazón, quien no es de derechas de adulto no tiene cerebro». Pues ya está. Cualquiera que tenga o haya tenido hijos adolescentes en casa sabe de qué estamos hablando. O cualquier profesor de 4º de la ESO. Dele usted las llaves de la gobernabilidad a unos cuantos miles de seres humanos cuya principal preocupación en la vida es ser popular en el instituto y salir guapo en TikTok. Ya verá lo bien que nos va, ya.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete