SIN ACRITUD
Cuentistas
El gran problema de España es que cuando surgen los problemas el Gobierno no busca soluciones, sino historietas con las que escurrir el bulto
Sabotaje. Preciosa palabra. Otra cosa no, pero al ministro Puente tenemos que agradecerle que nos haya recuperado un término en desuso, de esos que nos retrotraen a nuestra infancia, cuando leíamos libros de aventuras como 'El Guerrero del Antifaz', 'El Capitán Trueno' o 'El Corsario ... de Hierro'. Uno escucha «sabotaje» y rápidamente evoca un antiguo navío en el que la tripulación se ha amotinado contra el capitán en alguna isla remota y amenaza con hacer volar la Santa Bárbara. También, cómo no, míticas películas como la de Alfred Hitchcock, con soldados de la Segunda Guerra Mundial y agentes nazis que bombardean fábricas de aviones. Un sabotaje, bien ejecutado, puede ser un acto de honor. Un boicot de toda la vida podría justificarse, siempre y cuando sea por un motivo digno. Aquello de que el fin justifica los medios... Y así, españoles y españolas, podríamos tirarnos horas y horas. Divagando. Especulando. Elucubrando. Exactamente igual que hace Pedro Sánchez cada vez que surge un problema. Llámelo apagón, robo de cables, aumento de gasto militar... la estrategia siempre es la misma. Desviar la atención y tratarnos como a tontos.
Pero mire usted. Los hechos ciertos son que España entera se quedó sin luz así, de sopetón. Que miles de españoles han estado horas y horas atrapados en trenes en medio de la nada. Y precisamente eso, nada, es lo que hizo el Gobierno de España por ellos. Porque puede haber averías eléctricas. Por supuesto. Y trenes parados. Obvio. Se llaman problemas sobrevenidos. Y el Gobierno está para buscar soluciones. Y como no las tiene, inventa historias. Divaga. Elucubra. Busca culpables. Hay un apagón en toda España porque está instalado en el discurso buenista del ecologismo. Y hay parones de trenes porque circulan más de los que deberían en unas vías obsoletas, en las que apenas se ha invertido desde que fueron inauguradas allá por el año 92, cuando éramos la envidia del mundo entero con nuestras olimpiadas y nuestra exposición universal.
Ese es el gran dilema al que nos enfrentamos como país. Que no hay alternativas para cuando estas cosas ocurren. No hay plan B. Si un tren se detiene en cualquier punto de España, debería ser obligatorio disponer de una flota de autobuses de 'guardia' para en un plazo razonable –pongamos entre dos y tres horas– los pasajeros sean trasladados a sus destinos. Y por supuesto, disponer de agua y alimentos para atender, al menos, a las personas mayores y a los niños. Eso es gestionar y liderar una crisis. Lanzar mensajes a través de redes sociales inventando conspiraciones, sabotajes, boicots y demás especulaciones no es más que eso, desviar la atención. Cuando ocurre un imprevisto se pueden tomar decisiones o decir paparruchas –preciosa palabra también–. Se puede liderar una crisis o demostrar que eres indigno para el importante cargo y labor que te ha sido asignada. Todos sabemos cuál de estos dos puestos ocupan el ministro de Fomento y el presidente del Gobierno. Ellos sí que están saboteando España.
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