SIN ACRITUD
Adalides de la moral
Nada más cansino que un buenista, todo el día dando lecciones y con sus aires de superioridad
Nada más cansino que un buenista. Un buenista en realidad da lástima porque no es consciente de serlo. Se cree superior a los demás. No lo dice, obviamente. Pero le delatan sus gestos, su tono, su forma de expresarse. Y es de izquierdas, por ... supuesto. Eso sí lo afirma abiertamente. Pero sobre todo, el buenista da pereza. Mucha. Tanto rollo. Se le va la fuerza por la boca. Si de verdad quieren ayudar y erigirse en salvadores de la patria y del planeta, deberían hablar menos y actuar más. Y como no lo hacen, se agradecería al menos que se callaran. Que de la lástima al aburrimiento hay un solo paso. Todo el día con la matraca del machismo en lugar de ir a una asociación de mujeres maltratadas a ver si pueden echar una mano. Contando películas sobre inmigración y el 'Open Arms' en vez de irse al Mar Egeo a rescatar seres humanos. Mucho hablar y muy poco actuar. Dando lecciones sobre el cambio climático. Todo el día. A todas horas. Pensando que por echar cuatro latas en un contenedor amarillo son mejores personas que usted y que yo, que nunca nos acordamos de separar el papel y el plástico. Que no nos cuenten su vida. Que no nos hablen de machismo y de animalismo. Que nosotros no les contamos que no nos gusta el fútbol femenino. Ni tampoco los chuchos que llenan de orín y excrementos nuestras calles. Al menos no tanto como los perros de raza pura con porte elegante, de origen inglés o del algún país del norte de Europa. Si hay que ser animalista, al menos que sea con cierta clase. Por supuesto le cedemos el paso a nuestras vecinas al entrar al portal. Y también el asiento en el autobús a las señoras mayores. Y ponemos el aire acondicionado a tope en pleno agosto. Ya pagaremos nosotros la factura. Que venga la Guardia Civil y nos lleve presos. Pero que sea un juez quien nos condene. No ellos. Adalides de la moral. Parlanchines del tres al cuarto.
Los buenistas de hoy son, en su mayoría, hombres y mujeres menores de 40 que han crecido con todas las comodidades. Herederos de aquellos socialistas de los 80 que lucharon por los problemas de verdad de los españoles: libertad, democracia, empleo, seguridad social, sanidad, educación, defensa de los trabajadores... de eso hablaban aquellos de los que estos descienden. Pero sin populismos, sin mensajitos en Instagram. Hoy, España es un país en el que vivimos en absoluta libertad, con una democracia consolidada, donde hemos avanzado a pasos agigantados en derechos laborales, en feminismo, en sanidad, en educación, en ecología y hasta en defensa de los animales. Por supuesto que tenemos problemas, obviamente hay que seguir avanzando. Pero sin olvidar que hace apenas cinco décadas vivíamos una dictadura, el nivel de analfabetismo era elevadísimo y el machismo campaba a sus anchas. Hoy somos una sociedad avanzada. Con muchos menos problemas de los que el buenismo imperante quiere hacernos ver. Su superioridad moral se la pueden meter por el agujero de su capa de ozono.
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