gota a gota

El primer gorrilla

Lo que ocurre en la Cartuja ya no es solo coacción y amenaza. Es también tirar por tierra la imagen de Sevilla para el turista que viene a la ciudad a meterse en Isla Mágica

Si preguntas a tu alrededor y a la gente de tu generación, nadie se acuerda de la primera vez que vio a un gorrilla. Hubo un tiempo en el que existía la vida sin estos aparcacoches. Estaban los de siempre, los que te expedían un ... recibo de una asociación y vestían con chaqueta y gorra. Tal vez de ahí vino la denominación: gorrilla. En los ochenta comenzó la expansión cuando una legión de hombres, por lo general sin empleo, se tiró a la ocupación de los aparcamientos principalmente de aquellas zonas de mayor intensidad y rotación. Era cuando no pagar-en pesetas- te costaba un espejo retrovisor o una de las lunas laterales del coche. Rojas Marcos quiso ordenar el sector creando en los 90 los Vovis. Pero aquella figura desapareció para dar paso al gorrilla descontrolado, que -como el caso de los aparcamientos ilegales de Isla Mágica- ya te piden un billete de cinco euros por dejarte estacionar el coche, si es que lo puedes aparcar mientras ellos discuten.

Hacemos este relato para poner de manifiesto que el problema lleva cuarenta años sin encontrar ninguna solución. Y en 40 años han pasado todo tipo de gobiernos por las Casas Consistoriales sin que ninguno haya dado con la medida adecuada. Lo que ocurre en la Cartuja ya no es solo coacción y amenaza. Es también tirar por tierra la imagen de Sevilla para el turista de tendencias lúdicas que viene a la ciudad a meterse en Isla Mágica y encuentra con un parque acuático que apenas tiene plazas de coche para los visitantes. Claro, los pobres que llegan en chancla y bañador dispuestos a echarse por el cuerpo toda el agua de las atracciones, si tienen que pagar a un gorrilla la cantidad que le exige, pues lo paga. La zona azul fue en su día y en los sitios donde se implantó una especie de ahuyentador pero del estilo del repelente para mosquitos, cuando se pasa el efecto -cuando acaba el tiempo de la zona azul- aquello se llena de nuevo de aparcacoches. ¿Tiene esto solución? Imaginamos que -como todo en la vida- sí. Pero no debe ser fácil como para llevar arrastrando el problema el tiempo que llevamos.

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