COMENTARIOS REALES
Roca Rey torea hoy en casa
La afición sevillana no merece que unos cabestros la pongan en entredicho, pues la Puerta del Príncipe siempre ha sido otra Puerta de América
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Iniciar sesiónEn 'Montesquieu en el ruedo', Alberto González Troyano analiza la evolución de la fiesta en función del conflicto entre ganaderos, matadores y el público. Así, González Troyano demuestra cómo fue el público quien entronizó al torero como 'artista', cómo de los tendidos surgieron los 'entendidos' ... y cómo los 'entendidos' fueron sustituidos por los 'partidarios'. ¿Los partidarios son capaces de disfrutar con cualquier faena memorable? González Troyano es rotundo al respecto: «Estas polémicas entre partidarios de uno u otro diestro alimentaron la fiesta, llenaron los tendidos de nuevos y enardecidos entusiastas, pero la valoración de la fiesta se transformó, porque la mayor parte de lo que transcurría en el ruedo sólo servía para enaltecer al diestro que se apreciaba o hundir al diestro cuyos méritos se desdeñaban».
El 17 de julio de 1947 Manolete fue cogido en la corrida de la Beneficencia de Madrid, por culpa de un imbécil que lo insultó cuando estaba citando al toro. La profanación del silencio fue tan chusca, que el matador volteó hacia los tendidos y un pitón le perforó la rodilla. Sin embargo, Manolete siguió toreando y en la enfermería recibió dos orejas de justicia. La crónica de ABC terminaba así: «me parece inadecuado oír el grito insolvente que agravia. A 'Manolete', para recordarle quién es, no hay que gritarle. Él sabe, en la cumbre, jugárselo todo a la cara o cruz de su impar destino. Y, además, sabe perder sangre o aguantar dolor». El 24 de agosto del mismo año el crítico 'Juan Ferragut' le preguntó a Manolete a qué venían tantos gritos e insultos: «¿A qué va a ser? A lo que la gente sabe y calcula del dinero que gano. ¡Como si el hecho de ir a verme torear no fuera para todos un acto voluntario!». Cinco días después, 'Islero' alegró a sus miserables detractores.
En la entrega del Premio de ABC a Curro Romero, García Reyes nos recordó cómo el maestro dejó de engrasar a los críticos taurinos sobrecogedores: «Ya no voy a repartir más porque lo poquito que me queda después de jugarme la vida es para mi familia, que está muy justita. Así que ponerme lo que me tengáis que poner».
Como se puede apreciar, los partidarios, la envidia, la rivalidad y la compra de voluntades no son ninguna novedad en los ruedos. Tampoco la mala leche. Lo que es nuevo —ahora que la fiesta recibe tantos ataques— es la xenofobia provinciana de todos los que insultaron a Roca Rey por haber nacido en el Perú y le gritaron que se fuera «a su país». Me consta que Roca Rey encaja con torería los pitos y los desplantes, pero lo deplorable es que los bobos que insultan no sean conscientes de que hoy se observa con lupa todo lo que pasa en torno a los toros, para abolirlos y erradicarlos de la circulación.
La afición sevillana no merece que unos cabestros la pongan en entredicho, pues la Puerta del Príncipe siempre ha sido otra Puerta de América que Conchita Cintrón, Gaona, Rincón, Arruza, Girón, Armillita y el mismo Roca Rey, cruzaron para lustre y prestigio de la Real Maestranza.
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