COMENTARIOS REALES
Perder la batalla de las palabras
No es posible ganar una «guerra cultural» cuando ya perdiste la batalla de las palabras. Por eso se habla de la «ultraderecha» y de «lo que está a la izquierda del PSOE»
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Iniciar sesiónA menos de un mes de las elecciones, los únicos partidos que podrían convertirse en alternativa de gobierno dilapidan su ventaja obtenida en las municipales discutiendo sobre orgullo gay y feminismo, mientras el responsable de la promulgación de la ley que hasta hoy ha beneficiado ... a 1.242 agresores sexuales recorre los platós doliéndose de haber sido perjudicado por sus socios de gobierno. Tal es la imagen del momento electoral presente: la izquierda anunciando que la derecha eliminará todo lo que ella misma ha gestionado fatal y la derecha peleando entre sí empleando un vocabulario creado por la izquierda. La película se llama 'El príncipe' de Maquiavelo, dirigida por Berlanga y con guion de los hermanos Marx.
La derecha española ha rescatado el viejo concepto alemán de «Kulturkampf» o combate cultural, para llamar a la «guerra cultural» contra la izquierda. Pero hay un problema. Y muy gordo. A saber, que no es posible ganar una «guerra cultural» cuando ya perdiste la batalla de las palabras. Por eso se habla de la «ultraderecha» y de «lo que está a la izquierda del PSOE». Con un sustantivo rotundo y un sintagma gaseoso, la izquierda ya ha ganado una batalla semántica revalidada millones de veces a través de la prensa, la televisión, las columnas y las redes sociales.
Por otro lado, la famosa «guerra cultural» se ha convertido en una suerte de cruzada a la que se ha ido sumando una multitud de espontáneos con querellas de las más diversas, donde se mezclan los toros, la Leyenda Negra, el catolicismo, la bandera, el madridismo, la lengua española, el negacionismo climático, la caza, la heterosexualidad, los antivacunas, la Hispanidad, los padres separados y todo aquel dispuesto a endiñarle un sopapo al enemigo, tal como ocurrió en la batalla de Morannon de 'El Señor de los Anillos', cuando elfos, enanos, ents, hobbits, humanos, peredhils y harfoots se unieron para luchar contra Sauron frente a las Puertas Negras de Mordor. Pero una cosa es Tolkien y otra muy distinta la realidad, pues las guerras se ganan con ejércitos, logística y estrategia, y en ningún caso con turbas, tumultos y cargamontones.
Como su apelativo sugiere, librar una «guerra cultural» supone lecturas, conocimientos y lucidez. Cuando escucho que alguien dice que un posible triunfo de la derecha supondría un recorte de derechos, me pregunto si se refiere a los derechos de propiedad, amenazados por los okupas. Cuando leo que los toros son de derechas, deploro que la derecha española no reivindique a Lorca, Bergamín o Picasso. Y cuando asisto a la satanización de los homosexuales a estas alturas del siglo XXI, pienso que esos mentecatos son idénticos a los que se declaran enemigos de la globalización.
Todo sería más fácil si opináramos desde el conocimiento, pero 9 leyes de Educación en sólo 40 años de democracia significan que todos hemos perdido todas las guerras y batallas posibles. Comenzando por la de las palabras.
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