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El «hombre nuevo», esa bellísima persona
El «hombre nuevo» ha sido creado por el desarrollo de la tecnología digital, cuyo resultado es una suerte de cíborg incapaz de vivir sin prótesis como smartphones o pantalla
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Iniciar sesiónRedacto estas líneas mientras participo como moderador de diferentes sesiones del Festival «Con Acento» ―organizado por Fundación Casa de México, UNAM-España y en Centro Condeduque de cultura contemporánea― dedicado este año a la ciencia ficción en español. Por lo tanto, los autores invitados discutimos ... sobre utopías y distopías, poshumanismo e inteligencia artificial, ecologías del porvenir y nuevas formas de autoritarismos. Sin embargo, mientras conversamos acerca de todo ello, miles de drones destruyen poblaciones ucranianas, los programas de detección de IA rechazan numerosos TFGs fraudulentos redactados por chatGPT, millones de parejas jóvenes del primer mundo deciden no tener hijos porque asumen que el futuro es apocalíptico, tecno-oligarcas como Elon Musk aceleran sus proyectos para abandonar la Tierra y empresas de ingeniería genética como Colossal anuncian la des-extinción de especies como dodos, mamuts y lobos de Tasmania, mientras la superficie cultivable del planeta se reduce de forma exponencial. Todo lo que era distópico y de ciencia ficción en los años 70 del siglo pasado, está ocurriendo ya y de la peor manera posible.
En una de las sesiones, se me ocurrió preguntar a los invitados qué pensaban del «hombre nuevo», ese concepto que siempre ha sido reivindicado por las revoluciones más sangrientas y que resultó impugnado por el propio fracaso de regímenes autoritarios como el Terror francés, el Gulag soviético, los Campos de reeducación maoístas, los UMAPs del castrismo cubano y otros centros de represión diseminados por los países del antiguo Pacto de Varsovia, la Camboya de Pol-Pot o Corea del Norte. Ninguna de esas tiranías produjo un «hombre nuevo», pero el escritor y ensayista Naief Yehya compartió una reflexión tan brillante como aterradora: el «hombre nuevo» finalmente ha sido creado por el desarrollo de la tecnología digital, cuya resultado es una suerte de cíborg incapaz de vivir sin prótesis como smartphones y pantallas, inútil sin conexión a internet porque ha abdicado de la memoria y el conocimiento, y aislado de la sociedad porque su comunidad no es humana sino una red de contactos virtuales donde los bots y otros trampantojos le hacen creer que tiene miles de seguidores.
En el primer mundo europeo, el «hombre nuevo» ha pervertido el sentido de lo público y del estado del bienestar, porque su utopía consiste en vivir dentro de países obligados a reconocerle todos los derechos sin exigirle ninguna contraprestación ciudadana a cambio. El «hombre nuevo» reclama salario universal, vivienda gratis, conexión permanente a internet y sexualidad segura pero estéril, pues ha llegado a la conclusión de que los humanos somos la especie invasora de la Tierra y que deberíamos extinguirnos cuanto antes para que la «Madre Naturaleza» se reinicie, porque ―eso sí― el «hombre nuevo» no es religioso, pero cree en el animismo.
Para que el horror sea perfecto, nuestras pensiones dependerán del «hombre nuevo», esa bellísima persona encantada de extinguirse.
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