Comentarios Reales
De las democracias hispanohablantes
Tras el «nuevo constitucionalismo» quizá se halle nuestro «viejo constitucionalismo» de toda la vida
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Iniciar sesiónSantiago Muñoz Machado ha escrito un libro que acredita y trasluce su querencia hispanoamericana, pues nadie dedicaría más de mil páginas consteladas de rigor, lucidez, erudición, estudio y curiosidad intelectual a la historia de las democracias ultramarinas, sin estar poseído al mismo tiempo del cariño, ... la gratitud y de esa nobleza homérica que alumbraron las leyes no escritas de la hospitalidad. La magnitud de su investigación es tan fastuosa, que hasta la propia bibliografía consultada podría ser una publicación independiente, pues ella sola ocupa ciento veinte páginas.
'De la Democracia en Hispanoamérica' es un libro que nos invita a realizar comparaciones. En primer lugar, con la clásica obra de Alexis de Tocqueville, aunque los paralelos más seductores son los que se me ocurren cuando pienso en la España contemporánea y en los fenómenos hispanoamericanos que a Muñoz Machado le llaman la atención, como la presencia de las reivindicaciones de los pueblos originarios en el «nuevo constitucionalismo latinoamericano», la promoción y aceptación de plebiscitos y referendos en las nuevas constituciones, así como la entronización de numerosos derechos programáticos convertidos en esenciales por decisión de mayorías parlamentarias, tanto absolutas como precarias. ¿Pero acaso ciertos partidos independentistas peninsulares no replican hasta lo paródico las reivindicaciones de los pueblos originarios precolombinos? ¿Y no es menos cierto que detrás de algunas de las nuevas constituciones latinoamericanas han brujuleado discípulos de Ernesto Laclau, graduados en la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense de Madrid?
En un divertido panfleto de 1934 —'Haciendo de República'— Julio Camba sentenció: «Los ingleses no tienen Constitución, ni la necesitan, porque tienen, en cambio, lo que un notable tratadista llama sentido constitucional. Por nuestra parte, nosotros tenemos una Constitución; pero como carecemos de sentido constitucional, es, poco más o menos, igual que si no la tuviésemos». A la vista de la ingente producción constitucional de los países de habla hispana —404 textos constitucionales despachados entre 19 países— es posible que tras el «nuevo constitucionalismo» se encuentre el «viejo constitucionalismo» de toda la vida, aquel que alumbramos en Cádiz los españoles de ambos hemisferios.
Una de las grandes virtudes de 'De la Democracia en Hispanoamérica' es que nos insta a pensar. Por supuesto que existe un «nuevo constitucionalismo latinoamericano», pero también forma parte de las viejas tradiciones autoritarias y antidemocráticas que nos han afligido a los países hispanohablantes, enfermos crónicos de incontinencia constitucional. Y que conste que no estoy utilizando la acepción mingitoria que la norma le atribuye a «incontinencia», sino la que alude al descontrol, la desmesura y el desenfreno. Por eso las democracias hispanohablantes estamos persuadidas de que la mejor Constitución es la que está por redactar.
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