Andalucía, de cine
Perdonar
Perdonemos. Lo que recordó el obispo de Cádiz: es lo que saben hacer los cristianos. Pero evitemos que vuelva a suceder, que siempre le pasa a los mismos
Al pobre sacristán Diego Valencia puede que lo haya matado alguien con sus facultades mentales trastornadas. No lo sabemos a ciencia cierta. Pero sí conocemos perfectamente que al religioso lo han asesinado (no ha «fallecido», como se ha podido leer en según qué mensajes) por ... eso. Por su fe.
Un loco, sin más, podía haberse ido a por el propietario de una zapatería, si es que lo suyo hubiera sido una obsesión con los zapatos. O contra un señor obeso, si gordofóbico. Pero no fue así. La emprendió contra símbolos sagrados, trató de acabar con un sacerdote que se libró por los pelos y terminó, antes de ser arrestado, cumpliendo su despiadado y concreto objetivo. Pudo decir «soy Napoleón», pero resulta que profirió una alabanza a su Dios.
No sé qué resulta más lamentable. Si utilizar el sangriento episodio de Algeciras para rascar unos pocos sucios votos generalizando, dibujando con trazo oscuro y grueso una realidad que no es tal porque convenga llamar al miedo o, por contra, tratar de quitar cualquier importancia al asunto. Ha sido un pirado, no ves que ni planificó. No estaba en nómina del Daesh, qué tranquilidad. Menos mal que están los jueces. Ya saben, esos fachas con toga.
Lo primero es repugnante. Por supuesto. Lo segundo es una venda de terciopelo bienoliente que a ver cómo le explicas a la familia del sacristán (mujer, dos hijos, dos nietos) amén de a toda la familia católica, por qué te empeñas en portarla. Negar que hay un problema de radicalización islámica que se alimenta desde montañas lejanas, y a veces no tanto, puede retrotraerte a tu fresca adolescencia, tó el mundo es güeno, pero es como hacerse una trampa al solitario de funestas consecuencias. Y ya es suficiente. El Ku Klux Klan y todo lo que se le parezca, malo también, sí. Ahí no me coges. Pero aquí no ha venido a matarnos. Así que vayamos enfocando.
Perdonemos. Por supuesto. Lo recordó el obispo de Cádiz en el funeral de Diego Valencia: es lo que saben hacer los cristianos. Pero también, en la medida de lo posible, evitemos que vuelva a suceder. Porque siempre le pasa (nos pasa) a los mismos. Y eso también huele mal.
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