El lisérgico camino de Vox

Macarena Olona lleva ya mucho tiempo reviviendo como en bucle el genial arranque de 'El camino' de Delibes. Como 'el Mochuelo', pero al revés, cuando fue llamada a darse el castañazo debió de intuir que su verdadero sitio se encontraba donde ya estaba. No en la aldea, sino en la Corte. Entre los pasillos del palacio de la Carrera de San Jerónimo donde se sustanciaron sus mejores éxitos mostrando las vergüenzas del Gobierno.

Pero se fue. Y comenzó el camino. Un camino que acaba de decir que sólo acaba de empezar. Pues mira que tiene curvas.

A Olona, como a esos pilotos de las carreras más locas del circuito, en junio la sacaron abruptamente del camino cuando se veía en lo más alto del cajón, musa romeriana, abanico en mano y mirada rasgada que humedecía el encuadre de sus más fervientes seguidores. En realidad, se salió ella sola de la vía. Conducir un utilitario cuando te crees que sólo mereces un Panamera requiere un poquito de humildad. Se te gripa si no.

Luego, ya saben. Me quedo, pero me voy para siempre. La enfermedad repentina. Se acabó el camino, pero al poco ya estoy bien. Empiezo el Camino. El de Santiago. Y con Santiago (Abascal) me quiero reunir. Quizás vuelva. No. «Es el fin del camino», responde Espinosa. Qué mal me han tratado los de Abascal (Santiago). «Esto es el principio del camino», pero hay que esperar a después de mayo, dice en Murcia, qué hermosa eres. Como ven, de revirado que es este camino se nos hace un poco lisérgico. Qué colocón.

Vox fue la gran esperanza blanca de buena parte de la derecha. Se hizo mayor. Y descarriló. El problema, que se salió de la vía (o hicieron salir, que aquí nunca se sabe cuál es la verdad) una de sus principales locomotoras. En un partido tan de marca, esto es muy grave. Terminando con Delibes, y su Camino, mucho más placentero, digamos que «las cosas podían haber sucedido de cualquier otra manera y, sin embargo, sucedieron así».