La cama mojada

Tiene todo su sentido que haya sido la ley de libertad sexual la que esté a punto de dar fin al amorío. El presidente no puede negar que diera todo el consentimiento. Después de haber negado más de tres veces, se abrazó a Pablo Iglesias como si no hubiera un mañana para sellar lo que nos vendieron como fórmula magistral: el primer gobierno de coalición. Delante de las cámaras, como a cierta izquierda totalitaria le gustaría que fuese toda nuestra vida privada.

Pero quien siembra vientos, ya se sabe. Y ahora, entre suciedad y humedades, a Sánchez se le ha puesto hediondo el año electoral. Es lo que tiene gobernar a golpe de ideología adolescente obviando el sentido común. El anunciado fracaso de la la ley del 'sólo sí es sí' ha sido el epítome. La gota que ha colmado el vaso. Una estafa cimentada en eslóganes fraudulentos cuyas terribles consecuencias se conocían perfectamente al ser aprobada. Antes de que llegaran todo esto no era campo y la consentida idiocia de quienes se erigían en salvadores de los maltratados derechos de las mujeres se ha revelado su peor cómplice.

Ahora al presidente parece que se le ha muerto el amor de tanto mal uso. Aunque después de tantas tazas no se atreva a poner al socio a caldo sí que promete enmienda. «Vamos a hacer lo que hay que hacer, lo que es de sentido común», dice, dejando claro cómo ha abjurado de la sensatez hasta ahora. Lo tiene claro. Se queda corto si cree que los efectos indeseados de su matrimoniada se reducen a una sola ley. Recordemos. Cuando nos engañó con la frase con la que abre este artículo compartió sus temores. Pactando con Podemos no dormiría tranquilo, «como el 95% de los españoles». Y es más que posible que un buen porcentaje de ellos esté hasta el gorro de tener pesadillas.