Bendodo

Aquella decisión dibuja bien al personaje. Desde entonces, su escalada como dirigente político se ha basado, además de en ganar elecciones en las que nunca ha sido cabeza de cartel, en transaccionar. Negociar, ceder cuando hacía falta y saber camelarse a quien puede o quiere convertirse en enemigo o adversario. Fuera o dentro, que ya se sabe que ahí están los peores. Con esa capacidad de pacto y su destreza para hacer equipos —a los que siempre ha dejado trabajar— se ha conducido como concejal, presidente de la Diputación, consejero de la Junta y portavoz. Además de haber seguido liderando el partido malagueño.

14 años más y 14 kilos menos después —así se dibujó el viernes en su despedida— Bendodo se ha ido a Madrid dejando un partido sin un roto, que gobierna al 75% de los malagueños, con todas las principales alcaldías en su poder y al que, por ponerle un pero, hay que reprocharle su incapacidad para gestionar la sucesión de Francisco de la Torre. O al menos hacer ver que hay un plan B. Algún día tendrá que ser. Y en realidad eso son palabras mayores que ahora le tocará pronunciar a Patricia Navarro, fiel escudera y ya sucesora.

De él siempre se ha dicho que tiene 'baraka'. «De victoria en victoria hasta la derrota final», sonríe cuando se le hacen loas. Bien. No olvidemos otra cosa. Bendodo, con todo su PP malagueño detrás, ha sido locomotora indispensable para que el cambio llegara a Andalucía... y sobre todo para que se consolidase. No será malo que le vaya bien en Madrid.