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PÁSALO

La tesis de Marié

Una americana con las meninges sin planchar ha conseguido lo que nuestra política tiene pendiente

Félix Machuca

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Así es la vida. A unos les enloquece y a otros les defrauda. Nunca puedes gustarle a todo el mundo. Tus detractores hacen más creíbles los labios que te adoran. Eres hija del sol de abril y del cielo de lapislázuli que corona tu virreinato. ... Este aire marceño de tibieza prematura, tan cernudiano, abre de par en par los botones de azahar del ya cargante abrigo de invierno, para poner a relinchar los pellejos de tus tambores y mandar al mismísimo carajo a Marié. Marié es una desavisada chica norteamericana que pasó por la ciudad y no se enteró de nada. Debía estar sorda de un pie y bailó bajo una lluvia de barro ácido. Cagó unos cuantos tuits en su cuenta donde, sin medirlos, nos puso a la altura envidiable de Florencia, para después cargar contra las naranjas amargas, los transportes públicos y colocar en el ambón de su insoportable ignorancia que Sevilla finge tener más antigüedad e importancia de la que la que le corresponde. Casi dos décadas después que Dan Brown colocara a Sevilla, en su Código da Vinci, a la altura de un poblado bosquimano, donde no era recomendable ponerse enfermo, llamar por teléfono o , incluso, palmarla, una hija de su misma leche condensada, coincide con él en darnos un tremendo bofetón en los hocicos.

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