pásalo
Elogio de la sinceridad
Vivimos tiempos donde ser sincero te sale más caro que un litro de aceite de oliva
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Iniciar sesiónSANDRA la bohemia, musa fija discontinua del Café Gijón, amiga, modelo y amante de pintores y escritores, vampiresa enemiga de la vida diurna y lectora indesmayable de Kafka, está en posesión de uno de los récords de sinceridad más notables del planeta. Jesús Quintero fue ... a preguntarle una vez si se consideraba una artista. Y Sandra, sin pelos en la lengua ni en el sobaco, le contestó: «No, yo soy puta». Gómez de Celis es posible que no la conociera. Ni que le hayan contado la anécdota. Pero si me acuerdo de Sandra, que blasonaba en el Gijón de ser hija de Negrín y amante de Neruda, es para no olvidar la sinceridad del vicepresidente primero del gobierno demostrada esta semana en una entrevista en Canal Sur Radio. En un tiempo donde ser sincero te cuesta más caro que un litro de aceite de oliva, Gómez de Celis dejó claro que su proceder ante la prensa cuando se le pregunta por cuestiones sensibles es manifestar que no tiene ni idea de lo que se habla o se negocia. Y si la tuviera, nunca se la confesaría a un periodista. A Gómez de Celis, que siempre tuvo olfato excepto para elegir pasiones de graderío, nunca le ocurrirá lo que ha sucedido con José Manuel Soto, por ejemplo, que en otro ataque de sinceridad, ruda, dura y bárbara, le ha costado varios conciertos.
Defender a Soto tras su descarga eléctrica en las redes contra el presidente del gobierno es imposible. Él mismo ha reconocido que se le fue la mano y la víscera, amparado en la amplia libertad de expresión que existe en las redes. Tan amplia, tan amplia, que Soto, pese a estas calores saharianas, patinó sobre el hielo de su vehemencia y ardor tuitero, sin recabar que decir lo que se piensa es atroz en un país que dejó de pensar hace años. Y que, en muchos casos, piensan por nosotros, a través de códigos de nueva creación para asuntos tan diversos como el sexismo, la lealtad constitucional, la independencia judicial, el trato con los prófugos, la reforma penal a la carta y hasta el derecho a una amnistía en una nación que no tiene presos políticos. Si todos esos códigos te levantan el estómago y te provocan una acidez de vinagre de cooperativa, no debes dejarte llevar por los demonios y, si la vena del cuello se te infla, es muy recomendable alejarte del ordenador. Porque, por ejemplo, a Soto, que ha pedido perdón por su pasote, le siguen llamando facha, nazi, machista, racista homófobo y otras metáforas bequerianas. Ni pidiendo perdón te perdonan. En cambio, a los autores del cartel del festival de música de Bilbao, donde se le pega un tiro en la nuca a Abascal, pueden que lo premien llevándolo al Guggenheim. Por delito de odio seguro que ni lo rozan…
Tiene derecho Soto a ser como es y a medirse cuando lo cuenta. A algunos le sabrá a tocino rancio. A muchos otros un ejemplo de independencia. Celis nunca dirá qué negocia su partido. Soto si cree que le están estafando su democracia escribe cosas irreproducibles en una España que ha dejado de tener ideas propias. A Sara la bohemia tampoco le fue bien. Ser sincero es factor de alto riesgo…y posiblemente una necedad de tiempos utópicos.
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