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Pásalo

Eclipse de sol

La vida de los malditos siempre es más pedagógica que la de un director general

Félix Machuca

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Venir al mundo, tener talento, saberte excepcional y que te alcance el malditismo es una de las muchas maneras que la vida tiene para maltratarte. La de Helios Gómez, el artista de la corbata roja, como lo definió su única biógrafa, la alemana Úrsula Tjaden, ... encaja a la perfección en ese casillero donde brillan rutilantes diamantes negros, artistas marcados por la excelencia de sus creaciones y por la diabólica pertenencia al grupo de los inadaptados. Me acuerdo de Sawa, Ressendi, Modigliani o nuestro cercano y querido Silvio, también marcado, como Helios Gómez, por una sangre alumbrada por lunas gitanas. Helios fue un trianero, hijo de padre masón, que nació o se sintió gitano de por vida, dibujante, escritor, revolucionario, anarquista, trotskista, comunista y uno de los pocos creadores sevillanos que en los años veinte, estaba interconectado con las vanguardias europeas. Se le imputan dos asesinatos durante la guerra civil, perpetrados sobre dos oficiales del ejército republicano, en cuyos batallones luchaba contra el fascismo. Y formó parte de la columna Durruti. Con estos antecedentes no es de extrañar que integrara la turba flamígera del Moscú sevillano, que asaltó iglesias, quemó conventos y culpó al cielo de lo que los hombres dejaban de tener en la tierra.

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