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PÁSALO

Domingo Pérez

En el instituto sabíamos que vivía en el Sánchez-Pizjuán y fue nuestro Homero para contarnos las odiseas del fútbol

Felix Machuca

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Nos conocimos en blanco y negro, en un tiempo ya lejano donde estos días estaban por inventar, en lo bueno y en lo peor. Ambos estudiábamos COU en el instituto Martínez Montañés, a dos naranjazos de la vieja Piscina Sevilla, la de los toreros jugando ... al frontón, la de la bolera americana, la de la piscina olímpica, la del campo de fútbol de tierra donde jugaban los de regional de aquellos años. Domingo ya era un chaval medido en sus palabras, tendente a salir poco del alcázar de su carácter, buen compañero y un atractivo imán para los que militábamos en los colores de Nervión. Todos procuramos su amistad. Sabíamos que vivía en la barriga del Sánchez Pizjuán y que estaba en el secreto inaccesible para los no iniciado de lo que decían, hacían, fabulaban y forjaban las leyendas locales los futbolistas. Era como tener de amigo a Homero para ponerte al tanto de las odiseas de nuestro futbol más idealizado.

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