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PÁSALO

Antonino Parrilla

El universo que nos adelantaste ya lo paseas con tu bellísima hija

Felix Machuca

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Declina el invierno con un vendaval intratable que se lleva, como hojas vencidas por una primavera que se les negará, a amigos que lo fueron y lo proclamaban con una sonrisa ancha, entrañable, musical casi con la que te recibían cada vez que el tiempo ... tenía una hora en su caprichoso reloj para hacernos coincidir en punto. En el punto exacto de uno de los sentimientos más hermosos del hombre. La semana pasada, viajando hacia Lisboa, me anunciaba Juan Pérez Garramiola que Antonino Parrilla se fue camino, sin dudas, de esa constelación mágica que nos regalaba con su pintura y su cerámica, en cuya fantasía astrofísica nos adelantó lo que el telescopio Hubble nos descubre ahora del universo. Tenía Antonino, dicho queda, la sonrisa tan amplia como el corazón, y lo digo no porque me permitiera el tratarme con su amistad, sino porque era un tipo machadianamente bueno. Bueno y divertido. Con sus habanos de la isla de la que se enamoró de lo que un artista siempre se enamora para resucitar en un mundo nuevo: la luz, los colores, los matices de la potente incandescencia tropical asaltando las palmas reales a las que cantó Guillen.

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