pásalo
Alerta roja
Nos falta España y nos sobra Españistán
NOS hemos pasado años proclamando que viene el lobo de la sequía, que el ciclo húmedo daba paso al seco y que el agua era un bien tan escaso que el tipo de la manguera que regaba los alcorques de su parcelita era un delincuente ... no mejor que los del clan de los Castaña. Una y otra vez. En bucle, como las emisiones musicales de algunos programas de radio. El ruido llegó a ser tan abrumador que alcanzó niveles de congreso de cotorras. Una declaración tras otra. Una alerta tras otra. Una profecía, más o menos mesiánica, tras otra. Pero se hizo muy poco. Hablaban, anunciaban, profetizaban, pero los brazos seguían cruzados y los presupuestos desviados hacia otras urgencias. ¿No era una urgencia saber que nos quedábamos frititos, sin agua ni para el escocés? Asfixiados por la realidad de cinco años de pluviometría casi sahariana, se nos anuncia ahora que la amenaza climática es angustiosa y que el meteorito puede esperar, que su impacto no es el que nos preocupa y que lo que nos coloca delante del espejo de nuestra vulnerabilidad es la falta de agua. No llueve como debería llover y un angustiado Juanma Moreno Bonilla nos anunciaba el pasado miércoles que no llegamos al verano si las fuerzas de la naturaleza no se desatan y nos hacen un remake de diluvio.
Treinta días seguidos de una lluvia constante y pujante nos evitarían cortes de agua severos en los nada suaves veranos andaluces. Y esa posibilidad no parece que pueda darse. Si la primavera no se mira en un pregón pasado por agua y en la evocación de un cielo amazónico, iremos a la realidad menos deseable. En pueblos del interior ya saben lo que es vivir pendientes del suministro del agua que auxilian los camiones que la transportan. Y determinados cultivos, dependientes de climas más húmedos, han entregado la cuchara de su rentabilidad. El agua mueve al mundo. La industria la necesita. También la agricultura. Muchos hoteles no pueden ofertar sus plazas descontando servicios fundamentales por falta de liquidez... Y en Andalucía hay muchas personas viviendo de todo lo que les digo: de la agricultura, del turismo y de sus industrias derivadas.
Si todo estaba tan anunciado y profetizado ¿por qué no se tomaron soluciones? ¿Por qué no se ha llegado a un pacto de estado para combatirla y, en cambio, hay cada vez más dinero invertido en chiringuitos ideológicos contra el cambio climático? ¿Es posible en esta tierra de cainismos territoriales llegar a acuerdos para trasvases? ¿No son prioritarias la construcción de desaladoras? ¿Y la mejora de la red de distribución de agua? ¿Es posible optimizar el sistema de depuración? Más de quinientos millones de euros se han bebido los cuatro decretos andaluces contra la sequía. Insuficientes si, este país, no entiende que lo que te sobra se debe dar a quien le falte, por un elemental principio de solidaridad nacional. Nos falta España y nos sobra Españistán…
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